"La gente no debe ser definida por sus tendencias sexuales». No lo digo yo, lo expresa un señor de blanco, un tal Francisco, el Papa, el jefe de 1.200 millones de personas, entre los que se encuentra Casimiro López, el obispo de Segorbe-Castelló, que parece haberse saltado la página de Il nome di Dio è Misericordia en la que Jorge Mario Bergoglio habla de los homosexuales y la necesidad de adecuar de una vez por todas la Iglesia, no a los nuevos tiempos ­­-algo sin duda frívolo-, sino a algo tan sencillo como al respeto al ser humano independientemente de su orientación sexual.

El Papa lo dejó bastante claro hace poco más de un año: «Antes está la persona individual en su totalidad y dignidad» que su sexualidad, tal y como recogió Andrea Tornielli en un libro-entrevista con Francisco. El problema es que en la fe católica hay muchos que son más papistas que el Papa, y eso que no tenemos ya en Castelló a auténticos ´hooligans´ como Juan Antonio Reig Pla, actual obispo de Alcalà de Henares, que dejó un pasado glorioso por tierras castellonenses, destinando incluso dinero de los feligreses para jugar a la Bolsa, y al que, al escucharle de forma periódica, uno se pregunta si no habrá que ampliar el infierno porque parece que se quedará pequeño.

Javier Gimeno ha sido protagonista esta semana al vetarle el prelado de Castelló cualquier opción de integrar la junta directiva de la Real Cofradía de Lledó. Su ´problema´, ser gay y estar casado con un hombre. Lo que no sabe Casimiro López es que Gimeno, al que hay que aplaudir su valentía, le había hecho un gran favor al mitrado de Segorbe-Castelló, abriéndole las puertas para hacer puntos ante su jefe de Roma. Oportunidad perdida pero dentro del guion al que nos tiene acostumbrados la santa, católica y apostólica, anquilosada en sus principios casi desde que cogió las llaves San Pedro.

No es fácil para los curas hablar de sexo porque la historia les ha marcado. Debajo de la sotana tienen lo que cualquiera bajo el vaquero, y de la misma manera que su opción de casarse con la Iglesia y prometer abstinencia no les impide tener una creencia, nada debería obstaculizar que la libertad sexual de sus feligreses les haga compartir la misma fe.

Javier Gimeno ha demostrado su devoción por la Verge de Lledó como el que más, siendo barrero de la cofradía durante 12 años, de los que más de la mitad lo ha sido estando casado. Pero al obispo le molesta ahora ese papel del registro civil que certifica su unión con otro hombre. Más le debería incomodar ese cura de Vilafamés pillado con 21.000 archivos pornográficos hace siete años, pero la doble moral es una realidad en la Iglesia Católica.

Duele este rechazo de López, que debería confesar sus pecados por hacer caso omiso a las reflexiones de su Papa, pero quizás sea más dolorosa la escasa reacción de la propia cofradía, esa de la que Gimeno dijo que «hay gente con doble vida, pero no pasa nada».

Sí, hay unos cuantos compañeros que han anunciado su baja, alguno más que ha susurrado su presunta indignación, pero era la gran oportunidad que tenían todos los cofrades de dar un puñetazo en el altar y abandonar, uno tras otro, una entidad que discrimina a un compañero por ser gay y estar casado. Y no lo han hecho, lo que demuestra que el problema no es solo de Casimiro López, sino de una gran parte de la hipócrita, y cobarde, sociedad actual.