"Francamente, querida, me importa un bledo». Me encanta esta frase, asociada desde hace décadas a un clásico de la gran pantalla, «Lo que el viento se llevó». La cita, suavizada por el doblaje español, fue votada en su momento como una de las más grandes de la historia del cine, y volvió a estar presente por mí mente mientras asistía a la asamblea abierta que ofrecieron los 11 concejales del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Castelló.

Porque, ¿saben lo que les interesa a los vecinos de la capital de la Plana la gestión municipal? Yo se lo digo: un bledo. ¿Quieren saber cuántas preguntas realizaron los vecinos sobre el tema de Juan Ángel Lafuente, ya cesado, pero fichado en su día sin consulta alguna por el PSPV y motivo de la gran primera crisis política del Pacte del Grau? Ninguna. ¿Quieren conocer qué piensan los ciudadanos de la crisis del CD Castellón y del papel que está desempeñando el ayuntamiento? Pues que alguien me lo diga, porque nadie aprovechó la presencia del equipo de gobierno en las tablas del Teatre del Raval para apretarles.

Por primera vez en la historia de este ayuntamiento los 11 concejales del equipo de gobierno, siete del PSPV y cuatro de Compromís, se sentaron ante el público cual corderillos en el matadero, esperando que los vecinos les esquilasen a todos. Qué mejor oportunidad para el ciudadano, piensa uno, que tener ante ti a los políticos que se están gastando tú dinero para leerles la cartilla. Si contamos con que Castelló tiene 170.000 habitantes y al Teatre del Raval acudieron 98 personas, tenemos el escalofriante porcentaje de que la asamblea ciudadana abierta del ayuntamiento atrajo el interés del 0,05 % de los vecinos. Osea, que al 99,95 % de los castellonenses lo que fuesen a decir los concejales les importaba... un bledo.

Entre los presentes sí se pudo ver a los cuatro representantes de Castelló en Moviment, el tercer eslabón del Pacte del Grau. Y estaban pese a haber criticado su ausencia del escenario, aunque si de rendir cuentas del gobierno municipal se trataba, quizás su lugar adecuado eran, sinceramente, las butacas. Y la formación asamblearia debería asumir que su papel ayer no era de actor principal, sino de reparto, porque así lo quisieron sus simpatizantes cuando votaron que no debían formar parte del gobierno.

Lo que resulta difícil de entender es que ninguno de los 8 concejales del PP ni de los 4 ediles de Ciudadanos asistiesen, como poco, a escuchar. Porque las redes sociales son muy divertidas y dan juego para frases ingeniosas, pero la oportunidad de ver qué obra se iba a representar en el Raval, para después hacer la crítica teatral, era, sinceramente, ideal. Pero, así es, quizás ya lo habrán adivinado, al PP y Ciudadanos la asamblea les importaba otro bledo.

Y qué decir de los que sí se asomaron al teatro. Salvo excepciones contadas, la mitad amigos de PSPV y otros tantos de Compromís. Y no hay nada que echarles en cara a los concejales del gobierno municipal, que sin duda han dado un ejemplo de transparencia y de cercanía nunca vistos en esta ciudad, sobre todo el concejal de Ordenación de Territorio, Rafa Simó, que se merece el premio Max al actor revelación. Porque, no se engañen, a los vecinos que sí participaron solo les interesaba el urbanismo junto a su casa, el bolardo que tienen al otro lado de la puerta o la maleza frente a su hogar. Los políticos pueden llegar a defraudar, aunque la ciudadanía, también.

Pero... qué más da. Todo importa un bledo y, además, como dijo el replicante Roy Batty, «todos estos momentos se perderán en el tiempo ... como lágrimas en la lluvia».