A l entrenador del Castellón le molesta que en alguna crónica le llame barraquero, y es que ya no se puede ni piropear ahora. No sabe Manu Calleja que es lo más bonito que le voy a decir. A mí me gusta tanto una buena barraca que plantaría una en la fachada del futuro Nuevo Nuevo Castalia. Soy barraquero porque el mundo me ha hecho así, la puta Tercera básicamente, y porque nadie superará el ascenso de Luiche en 1989. A falta de dos jornadas, aquel Castellón necesitaba dos puntos para subir a Primera y no encontró mejor manera que empatar los dos partidos a cero. Esa genialidad maestra también alumbraba mi fe el año pasado. Lo mejor del play-off de Kiko Ramírez fue Jorge Giménez perdiendo tiempo contra el filial del Málaga en La Rosaleda. Salió en el minuto 71 y en el ochenta y algo estaba en el césped simulando calambres. Mi teoría es que al final no subimos porque jugamos demasiado bien contra el Gavà: con el 2-0 en Castalia nos olvidamos de Luiche y sobró alegría vital por todos lados.

En realidad a mí me da bastante igual cómo se juegue, como a todos, mientras se gane. Mi táctica este año además consiste en hacer como si no importara, como si diera igual subir o no subir, como si estuviera el play-off como loco tratando de llamar nuestra atención y nosotros mirando hacia otro lado, como hacían las chicas con nosotros en el instituto, vamos. Después del partido del domingo, el entrenador del Poblense señaló que no había ganado el mejor. Recordé la salida habitual en estos casos del mítico Nereo Rocco, el introductor del catenaccio en el fútbol italiano, autor de un lema de réplica que adopto desde ya y hasta el final de curso: «¿Que gane el mejor? ¡Esperemos que no!».

?Como en el instituto, a veces nos saltamos pasos y nos quedamos en lo accesorio. Mi madre una vez me preguntó si quería que me comprara condones, pero no sabía que lo difícil no era comprarlos sino tener con quien usarlos. Antes de subir, antes ni siquiera de estar cerca, nos preocupamos de las consecuencias. A mí me parecen todas buenas, financieras y sociales: un hipotético ascenso exigiría un acelerón de responsabilidades, presiones y plazos.

?Respecto a la grada también tengo teoría y táctica. Cuando gobierna un déspota, la desobediencia está legitimada. La afición del Castellón ha encontrado una vía potente, representativa y transversal para la protesta. Evitando por supuesto la trampa de la violencia, la decisión de unirse para entrar a Castalia sin pasar por taquilla ilumina un paisaje aristado. Lo que no se ha atrevido a hacer el ayuntamiento, echar a Cruz de Castalia, lo hace de manera implícita la gente, que siente el respaldo de la razón tras años de abuso dirigente. Con qué fuerza moral puede el presidente exigir que alguien haga lo que él no hace, cumplir la norma y pagar, básicamente.