T odo iba bien hasta que llegó Roncero y escribió del Castellón en el diario As. Cuando eso sucedió, el equipo era líder en solitario y había ganado todos los partidos. Desde ese maldito momento no ha vuelto a ganar y ya está fuera del play-off de ascenso. Antes de colgar del Fadrí al entrenador, quiero decir, tengamos en cuenta este dato.

En el fútbol, para fortuna de nosotros los opinadores y para desgracia de ellos los entrenadores, hay pocas verdades absolutas más allá del resultado. Los debates se multiplican y la razón es aleatoria. Puedo defender que la culpa es de Roncero con tantos argumentos o más que señalando la zaga de tres o de cuatro, la plantilla corta o larga, el uso de las rotaciones o las ausencia de ellas, jugar con jóvenes o con veteranos. Acabamos de empezar y salimos a un par de cuitas por semana. Aquí hemos tenido de todo y por lo general nos ha ido regular siempre. Al menos esta temporada tenemos 9 en punta, y ese es un ruido clásico que nos ahorramos.

No hay temporada sin momento de debilidad o de duda. Un equipo bueno no es el que pasa nueve meses silbando por la Liga, porque eso no existe. Un equipo bueno es el que supera esos obstáculos inevitables, y un equipo muy bueno es el que sale reforzado de ello.

Frank Castelló encara el otoño habitual en el Club Deportivo. El curso pasado lo tuvo peor y sobrevivió en esa aduana urgente donde cazaron, y hablo sólo de Tercera, a Calderé, Esteva o Peris. Como nos vamos haciendo viejos, la película nos la sabemos de memoria. Escrig me recordó que no hay septiembre sin derrota en casa. A mí me gusta ir más allá. Desde la 1990-91, la última temporada en Primera, solo tres entrenadores han completado un curso en el banquillo: Oltra, Moré y Fernández Cuesta.

Esto suelo contárselo a los entrenadores del Castellón si los entrevisto a principio de temporada, a modo de fraternal bienvenida. En el caso de Frank este año la complicación es doble. Por una parte se le juzga como entrenador, y ahí se enfrenta a un triple reto: el de manejar una plantilla con una veintena de futbolistas que sienten el derecho de reclamar minutos, tenerlos contentos a la vez que construye un equipo con muchas caras nuevas, y al mismo tiempo consiguiendo resultados [casi nada].

Por otra parte, no olvidemos, se le juzga también como director deportivo, o como se diga ahora al que ficha, el secretario técnico. Decisiones como la de preferir a William en lugar de a Charlie Meseguer conllevan un riesgo. Es el tipo de decisión que si sale mal te puede perseguir durante todo un año.

?A la ecuación cabe añadir la importancia que para el club tiene que el equipo ande en los puestos de arriba. No vaya a ser de lo contrario que alguien se pregunte qué pasa con Cruz y Cano Coloma. El valor inicial del proyecto conquistaba en la medida que era nuevo y nuestro, un mérito doble que rápido se arrogó Compromís, les faltó tiempo. Ahí no me pegan nada esas alianzas del viejo pasado popular con alguien como Mut, por ejemplo, ni a un valencianista nada nuestro como Rausell, un ex de la Curva y Gol Gran, manejando hilos tendenciosos y peligrosos en la grada, tampoco, por cierto.