Una de las preocupaciones más actuales de los padres para con sus hijos es el uso del teléfono móvil. El doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación y profesor de Nuevas tecnologías aplicadas a la educación en la Universitat Jaume I (UJI) de Castelló, Jordi Adell, ha participado en la mesa redonda «En modo avión» organizada por la empresa especializada en el desarrollo integral de aplicaciones para smartphones Cuatroochenta para orientar en el buen uso de los dispositivos.

¿A qué edad debería darse a los niños el móvil?

Depende. Tenemos que pensar que los niños viven en un entorno que está rodeado de tecnología y que despierta curiosidades muy pronto. Yo creo que es misión de los padres, y no de los expertos en tecnología, decir qué edad es la más adecuada. Se busca, quizá, una edad en la que sean ya responsables, pero no hay ninguna pauta reconocida por ninguna entidad profesional. Hay aplicaciones de móviles para niños muy pequeños muy interesantes desde el punto de vista educativo. El problema es que las pantallas quitan tiempo para otras cosas y demasiada exposición a las pantallas evita que los niños jueguen con los amigos o salgan a la calle, y eso es lo que nos da miedo a los mayores.

¿Qué papel juegan los padres, los maestros y los propios niños en la educación sobre el uso del teléfono móvil?

Son las tres patas de un taburete. A ciertas edades, la responsabilidad última es de los padres, pero padres y maestros tienen que colaborar. Estas cuestiones preocupan porque son muy nuevas y los padres no han tenido experiencia en este tipo de tecnología. De hecho, el concepto de «nativo digital», está lleno de pánico moral. Los niños de ahora son diferentes a los de antes y, por tanto, los padres no saben qué hacer y piden consejo. Padres y maestros tienen que trabajar juntos, y la colaboración entre escuela y familia tiene que mejorar, eso seguro.

¿Cuál sería un uso responsable de un teléfono móvil?

Un uso responsable sería aquel supervisado por los padres. Hay algunos consejos que se les puede dar a los padres como, por ejemplo, que no permitan que los niños y niñas desde muy jóvenes tengan los ordenadores en su habitación y no en un lugar común donde pueda ser compartido. Internet es como la calle, hay peligros y hay que formar a los jóvenes para que eviten estos peligros. Un espacio común, unos horarios flexibles de uso y un cierto equilibrio entre uso educativo, didáctico y lúdico estaría muy bien.

En el caso del móvil, ¿también se debería hacer uso de él en espacios comunes?

El teléfono móvil es un dispositivo personal. Cuando los padres compran un móvil al niño lo que tienen que tener claro es qué tipo de limitaciones van a imponer, tanto de consumo, como de navegación por internet, como lugares dónde se utiliza.

¿Cuáles serían unas pautas adecuadas?

Cada familiar tiene que determinar las suyas en función de la madurez de sus hijos. La cuestión no es, «cuando sea responsable le compramos el móvil», si no, «le compro el móvil y el móvil ayuda a que se haga responsable». Es decir, si tu no das responsabilidad y libertad no puedes exigir responsabilidad. Es cierto que hay peligros y que hay malos usos, pero también hay cierto pánico moral alrededor de la tecnología.

¿Cuál sería un buen uso y cuáles serían los malos?

Un buen uso sería para aprender, divertirse, relacionarse con los amigos,... Y un mal uso sería acceder a contenidos inadecuados, caer en redes o hablar con personas desconocidas que puedan suponer un peligro para el menor, el sexting, bullying,... Y hay que prevenirlos e informar, no hay que ignorar estos peligros ni minimizarlos, pero tampoco magnificarlos.

¿No formar parte de estas nuevas vías de comunicarse supondría la exclusión social del niño?

Efectivamente, podría crear un tipo de exclusión. Lo que está claro es que cuando todos los niños de la pandilla tienen móvil, el que no lo tiene está excluido porque se pierde todo lo que el resto de la gente hace en el móvil. No podemos obviar que las tecnologías forman parte de nuestra vida cotidiana, de nuestro lugar de trabajo, de las maneras en las que nos relacionamos con la familia,... Por tanto, apartarse de ellas es automarginarse o marginar al niño.

¿Cuándo es conveniente apagar el móvil?

Cuando no aporte valor a lo que estamos haciendo, cuando es una interrupción, cuando es una distracción sin sentido y cuando uno quiere, también. Lo peor que nos puede pasa es una sociedad en la que las personas no podamos apagar los dispositivos y tengamos que estar siempre localizables.