Dicen que los esquimales ven tanta nieve, tanto hielo y tanta niebla que son capaces de distinguir más tonos de blanco que nadie en el mundo. El aficionado veterano de Castalia ha visto tanta bronca y tanta queja que es capaz de apreciar en ella matices invisibles a la vista del resto. Hay un tipo de bronca en Castalia muy particular, que a veces no se sabe muy bien ni para quién es: se la reparten el árbitro, el entrenador y de rebote los jugadores, es una bronca contra el mundo, contra tu propia familia por hacerte del Castellón incluso, pero es una bronca alejada de la cólera, es una tierna bronca-reproche, en plan por qué me hacéis sufrir así, por qué, por qué este calvario otra vez, con lo que yo os quiero

Esa tierna bronca-reproche se suele dar con la victoria del Castellón, porque una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ayer el impulso salió como reacción desesperada: los albinegros encarrilaron el partido contra el Paiporta, más o menos bien, pero se empeñaron tanto en ensuciar su actuación, se empeñaron tanto en no ganar que el Paiporta casi se lleva un empate casi sin querer, obligado. Y no lo hizo porque Zagalá paró un penalti primero, y por a saber qué después. En el último minuto del descuento tres balones con pinta de gol terminaron despejados in extremis por los zagueros locales. Al pitido final y al 2-1 no le siguió una celebración estándar. Medio segundo de alivio dejó pasó a la mentada tierna bronca-reproche, la que le das a tu hijo-bebé porque no puedes pegarle.

Por qué toca siempre sufrir tanto en Castalia es pregunta para el entrenador Frank Castelló, que ayer destacó al mismo tiempo el «muy buen» partido de los suyos y señaló al portero Zagalá como hombre de la noche. Algo falla ahí a la hora de competir, algo está fallando porque el líder sigue a ocho puntos de distancia. Son misterios que nos depara la pelota, y más aún en Tercera: el Castellón venció pero no convenció, y no convenció pero sigue vivo en la pelea.

Angustias

En el calendario no escrito del fútbol, lo serio empieza cuando vas por vez primera a la grada con ropa de abrigo. Ayer fue justo ese día para el Castellón, cuando se estrecha el margen de maniobra y palpitan crecientes urgencias y angustias.

Para lograr una victoria de supervivencia, Frank Castelló se la jugó con los veteranos. Dio continuidad al once que empató el sábado en Orriols a excepción de Luismi Ruiz, que cedió paso a Arturo, novedad en el lateral. El Castellón fue desde el principio, como se esperaba, dominador del terreno, pero no tanto del juego. El Paiporta calcó el plan habitual de los visitantes a Castalia. Antes del cuarto de hora ya andaba perdiendo tiempo y frunciendo el ceño en la guerra de guerrillas. Pozo y Contreras clavaron picas entre las indecisiones de Dealbert y Zagalá. El Paiporta rozó el 0-1 en un centrochut venenoso de Loren que se estrelló en el palo. Creció entonces el runrún de Castalia.

La escena planteó uno de esos bretes -superar el miedo o no superarlo- que marcan los cursos en albinegro. El Castellón respondió con el valor necesario. Dio un paso al frente y empezó a generar. Hizo bien una cosa: agitar el manzano antes de tirar el centro. Una jugada trenzada que construyeron entre Marenyà, Serra y Forner desembocó en un centro de Arturo. El meta Ángel voló para descolgar de la escuadra el cabezazo de Cubillas, que marcó al rato en el minuto 34 en otra acción colectiva -Fonte, Zarzo, Juanjo- que había servido para ser anchos y profundos. El gol lo anuló al asistente, pero la recompensa no tardaría en llegar. Al minuto siguiente, Marenyà templó un centro que Fonte cabeceó a la red, picado, caído del cielo.

Ahí sí, durante un buen rato el Castellón se adueñó del partido. Marcó el 2-0 Zarzo nada más empezar el segundo tiempo, en un penalti que gestó Fonte y cobró Serra, y el poste negó al poco el tercero en un cabezazo de Cubillas. Castalia se preparaba para la fiesta: Zarzo, en una incursión, apretó todos los botones del mando y desbloqueó un regate nuevo.

Sin embargo, al Castellón se le fue enredando la noche. No marcó el tercero pese a acumular opciones claras en transición, pero jugó como si lo hubiera marcado. Varios futbolistas dieron síntomas de cansancio, el equipo se rompió y los cambios arreglaron poco. El Paiporta amagó y avisó: un trallazo de Adrián al larguero, un penalti que tiró Pozo y repelió Zagalá, protagonista y héroe redimido en otras tres intervenciones de mérito. Se cansó de avisar en el 93, cuando recortó Contreras en otro penalti, y el tembleque empapó Castalia. El Castellón sacó de centro, el Paiporta tuvo tres ocasiones en noventa segundos y Frank, como en las películas, vio pasar las mejores imágenes de su vida entera.