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Las cuarenta

La auditoría

Después de leer ayer la información de Yolanda Peris, y repasar la documentación que ofrece el club previa a la junta general de accionistas, que tampoco es toda la que debiera, han cristalizado en penosa realidad los graves indicios que despertaba la gestión de David Cruz, al tiempo que se mantienen las dudas sobre el futuro del CD Castellón ante el desconocimiento del proyecto y los recursos del actual consejo de administración

Después de leer ayer la información de Yolanda Peris, y repasar la documentación que ofrece el club previa a la junta general de accionistas, que tampoco es toda la que debiera, han cristalizado en penosa realidad los graves indicios que despertaba la gestión de David Cruz, al tiempo que se mantienen las dudas sobre el futuro del CD Castellón ante el desconocimiento del proyecto y los recursos del actual consejo de administración.

Tampoco es nuevo situar al ex presidente pero todavía propietario del club -con permiso de Osuna- como el peor dirigente de la historia. Puede que otros robaran si así lo sustancia el proceso judicial, pero ninguno como él ha dañado nuestra imagen y deteriorado las estructuras del club, amén de enfrentarse a la afición y a las instituciones. Esa exhibición de orgullo y complejos varios se hubieran compensado de haber tenido dinero o éxitos deportivos con los que callar bocas. Todo lo contrario, pues que la auditoría eleva a casi un millón de euros sus despropósitos.

Más grave se me antoja la sospecha generada sobre el destino de los ingresos que generaba el fútbol base, dado el descontrol denunciado y la certeza de que los padres abonaban sus cuotas mientras los entrenadores no cobraban. Lagarto, lagarto.

Los papeles tampoco dicen que Cruz se encontró de casualidad con 660.000 euros de Aerocas; 120.000 y luego otros 35.000 de los derechos de Pablo Hernández; 50.000 tras la salida de Sergi Canós a la Premier; 38.000 por el debut de Florin con la selección rumana; otros 32.000 de un último traspaso de Ulloa; y, finalmente, 25.000 por la marcha de Liberto Beltrán. A lo que habría que añadir 50.000 euros más pendientes de Televisió Valenciana. En total, se benefició de más de un millón de euros por conceptos que en puridad correspondían a contratos de épocas pretéritas con jugadores que ni siquiera sabía que estuvieron. Así, su déficit personal supera los ¡¡dos millones!!

También descubre la auditoría pagos por la vivienda de un miembro del consejo, que no parece gratuito colegir que sea la suya, lo que se uniría a la cantidad que generosamente se le abona en concepto del arriendo de sus acciones, y que se supone corre por cuenta de los consejeros, que no del club. Que también habría que verlo.

Ítem más. A fuerza de preguntar cada año a cuánto ascendía la nómina del consejero delegado, y soliviantarse el accionariado minoritario ante la falta de transparencia, no debiera extrañarnos que se repitiera la misma tesis para conocer el salario de los Bruixola, Mascarell y cía, que dicho sea de paso al menos se están ganando el pan. Cuestión distinta es si tanto como para convencer a Cruz, y hasta a Osuna, para que éstos no impugnen la asamblea en la que dicen se cimentará la sepultura a su larga y desgarradora etapa en el Castellón. Que nadie se desgarre las vestiduras, que motivos haylos, no en vano es Cano Coloma quien nos convoca mercantilmente, por mucho que firme Vicente Montesinos, porque su nombramiento no será legal mientras no pase por junta. Y no ha pasado.

Y aún con el beneficio de la duda, cubierta la ridícula ampliación de capital para tapar la gestión de Cruz -papeles extraviados incluidos- y poner fin a esta negra etapa en lo social, económico y deportivo. Expulsado ya todo virus letal, el Castellón seguirá en causa de disolución, con un agujero de cuatro millones de los que la mitad urge Hacienda su pago. Seguimos sin saber qué es lo que está dispuesto a hacer este consejo para salvarnos. Salvo que en breve anuncien con ruidosa fanfarria que cada centurión deberá comprar 400 euros en acciones. Y quien no lo haga será acusado de un delito de lesa patria, aunque haya sido para que Roma pague a los traidores.

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