Paco, portero del Olímpic, 38 años. En el PC Fútbol 2001 era el mejor portero de Segunda División B. Ha pasado mucho tiempo y ahora juega en Tercera pero Paco, el portero del Olímpic y de 38 años, sigue siendo bueno, porque Paco, de 38 años, es el menos goleado del grupo. Paco es bueno por lo que para y por lo que sabe: cada vez que el Castellón se acerca tímidamente al gol, cada vez que el partido amenaza con tomar un ritmo que no le interesa a su equipo, Paco dobla el tiempo que necesita para sacar de puerta. La gente chilla y la gente chilla mucho y la gente está muy cerca del campo en los fondos repletos de Castalia pero a Paco, portero del Olímpic de 38 años, eso le importa muy poco. Eso le importa nada a Paco, de 38 años, que convierte una caldera en asunto tibio, y cierra la puerta con 0-0 y se relame después con el 0-1, el gol cirujano de Carrascosa ya avanzada la segunda parte. Entonces Paco, portero del Olímpic y de 38 años, protagoniza una película que ha vivido antes mil veces: el rival se bloquea, preso de la ansiedad y necesitado de resultados, y sus ataques parece que llegan pero en realidad no llegan, porque Paco, el portero, no tiene siquiera que realizar paradas. Quizá Paco pensó en algún momento que ya estaba, quizá cuando un par de albinegros frenaron con problemas musculares, y sin cambios, o cuando se quedó en la barrera esa falta en la frontal, lo más parecido a una ocasión de gol. Pero Paco sabe que el fútbol no respeta nada, ni sus 38 años, y que la vida siempre reserva alguna sorpresa: en el minuto 89 un arrebato orgulloso de Luismi Ruiz, que nació más o menos cuando Paco asomaba por el filial del Levante, se convirtió en un centro tenso y picudo que nadie esperaba. Tampoco Paco, que vio a un delantero molestar en el primer palo, a la pelota pasar de largo, y a otro delantero solo en el segundo palo, listo Cubillas con la testa para empatar desde cerca, letal allí donde caen maduros los goles, como bien sabe Paco, portero del Olímpic de 38 años.

El Castellón es 5.º y empató con el 4.º pero el 1-1 dio igual: hubo bronca y pañuelos. Los focos alumbran al entrenador Frank Castelló. Ocurrió que el Castellón de noviembre fue peor que el de octubre, que a su vez ya era peor que el de septiembre. Sobre todo el Castellón de la segunda parte -largo, deslavazado, impreciso, cansado y mal situado-. Un drama.

Porque empezó bien: en dos minutos el Castellón había sacado tres córneres. En cuatro, cuatro. El tanteo sirvió para que surgiera el amor entre Pepín y Enrique, intercambiaran teléfonos y quedaran para tomar un mantecao luego. El quinto córner lo provocó Cubillas con un tiro lejano. Lo enroscó Rubio y golpeó en el larguero tras tocar en un defensa. Todo nacía del dominio posicional de los albinegros, ganadores de entrada en la densa batalla en el centro del campo. En el tres (Forner-Marenyà-Rubio) contra tres (Colau-Yeray-Hugo), Zarzo ejerció de factor determinante. Zarzo abandonó la izquierda para crear superioridades por dentro. A medida que el partido avanzó, sin embargo, sus compañeros dejaron de encontrarlo.

En el minuto 18 llegó el sexto córner. A esas alturas había menguado el brío inicial de Rubio en la mediapunta y el Olímpic había igualado fuerzas. Enlazó robos altos y transiciones con un par de circulaciones largas. Como le ocurrió al Castellón la mayoría del tiempo, fue incapaz de dañar la coraza defensiva del rival. Le sirvió para no pasar apuros. El paisaje lo gobernaba el respeto. No pareció incomodarle en ningún momento.

El Castellón acabó el primer tiempo tal y como lo empezó: sacando un córner sin consecuencias. En el 43 tecleó con tino. Dio tres pases interiores y los tres rompieron líneas del rival. Forner conectó con Marenyà, que se giró y enlazó con Zarzo, que desde la frontal filtró el definitivo, pero Paco se adelantó con decisión al desmarque de Serra. El propio Serra mostró otra vía poco explorada. Rompió al espacio tras un robo en el costado contrario, y Marenyà lanzó con un pase su carrera. La jugada terminó en el mentado córner. En el descanso uno pensaba qué pasa para que no pasen más veces esas cosas.

En el segundo tiempo no pasaba nada. Reinó esa calma que precede a la tormenta. Se lesionó Enrique y Carrascosa se coló entre Dealbert y Ferreres para empalar un remate en área pequeña. Era el minuto 63 y al Castellón se le bajó la persiana. Qué lejos queda la fiesta del verano. Llegó la precipitación, el ansia y la sensación recurrente: no había rival más grande para el Castellón que el Castellón mismo. Frank juntó delanteros para ver si caía alguna. Cayó la de Cubillas, el gol-empate-placebo.