Vaya por delante mi absoluto convencimiento, personal y profesional, de que Sergi Escobar está más que capacitado para llevar las riendas del CD Castellón. Ahora y en verano, cuando tenía los mismos conocimientos e idénticos padrinos. Ergo, ¿por qué no se le dio entonces la oportunidad? ¿por qué se han dilapidado tantos meses sin su concurso?

La atolondrada decisión del lunes deviene la prueba irrefutable de la falta de proyecto de este consejo de administración. No es que lo hayan escondido a la alcaldesa y a las empresas que, lógicamente, han condicionado todo su apoyo moral y económico a la salida de David Cruz y a una planificación responsable, es que no han cumplido ni una cosa ni la otra, más allá de las campañas de marketing encaminadas a la recaudación, verbigracia los malditos centuriones para renegar de una identidad casi secular.

Vale la pena aclarar, porque es mentira, que Frank Castelló fichara a cambio de condonar la deuda que el club arrastraba con él por su destitución hace once meses. Aquellos diez mil euros están reconocidos por sentencia judicial y los plazos se van cumpliendo, como ahora con su nuevo finiquito. Frank firmó porque -insisto-, a falta de proyecto, con las prisas por entrar en el club, que las hubo, era un técnico del agrado de la afición dada su exitosa administración de una plantilla resabiada por los impagos de quien, por cierto, sigue siendo todavía el propietario del club.

En otro error de los arrendatarios, se le concedió entonces al entrenador plenos poderes para la confección de la plantilla, en una nueva demostración de la ausencia de un programa propio, que ahora condena a su sustituto a trabajar con gente que no necesariamente sea de su agrado. Eso, o regalarle dos refuerzos que corrijan las carencias evidenciadas, con el consiguiente dispendio que no se cree nadie, una vez abierta la gaseosa de los primeros meses con Montesinos y cía sin que se vislumbre la solución económica a la lápida de cinco millones de euros de peso que cierra nuestra tumba.

Vale que Frank no haya acertado con todos los fichajes. Por supuesto que se ha equivocado con algunos planteamientos y no pocos cambios. No hace falta insistir en el problema físico que ha derivado en la pérdida de muchos puntos en los estertores de cada partido. Y tampoco está de más reconocer el infortunio en forma de tantos lesionados importantes. Pero con todos esos gravísimos argumentos en contra, el equipo ha quedado quinto a dos puntos de la promoción y con un partido menos.

El problema ha sido de imagen y el consejo no ha sabido aguantar la presión de Castalia. Una amenaza que se convierte en peligrosa arma tras la caída del escudo que suponía Frank para sus dirigentes, que de rebote se han visto liberados -hasta ahora- del compromiso de contrarrestar las numerosas y aceradas dudas que genera su ampliación de capital y su propuesta para asegurar la supervivencia del club. Aunque esa no es la historia de este artículo.

El de hoy es que no encuentro ningún motivo para no exigir a Sergi Escobar, desde ayer, lo mismo que a Frank, es decir el ascenso. No seré tan iluso y demagógico como el presidente cuando prometió acabar primeros en un discurso sin parangón que refleja lo que sabe del tema. Simplemente le pido clasificarnos para la promoción y ganarla. Ni siquiera con la obligación de jugar bien como se le exigía a Frank, un deber pero un lujo del que le exonero. Porque todo lo que no sea subir fueron y serán excusas. Yo confío en Sergi tanto como sus padrinos, pero a diferencia de éstos, quiero ver desde la primera alineación qué va a hacer con Dealbert, Iván Sales y Rubén Fonte para colegir si quiere aprovechar esta oportunidad o simplemente se conforma con devolver el favor prestado a riesgo de fracasar.

En ese empeño por mejorar -y de paso vivir de- la imagen, el tándem Bruixola/ Mascarell se sacó de la manga un homenaje a los jugadores del ascenso a Primera de la temporada 80/81. Nada que alegar por el hecho de no coincidir con fecha alguna, ni siquiera tomaré en consideración algún error de bulto en la presentación o protagonismos banales a costa de nuestras glorias, pero una vez puestos se me antoja una triste falta de tacto no citar a los ausentes que, por olvido, fallecimiento o por no haber podido acudir, también merecían el reconocimiento de su afición. Aquel año, entre Liga y Copa, la plantilla la completaban otros 16 jugadores, entre ellos los indiscutibles Racic, Ferrer, Pulido o Draganic, y gente de la casa como González, Museros, Llopis, Chinchilla y Javier Beltrán, amén del entrenador Benito Joanet. No costaba tanto acordarse. Imperdonable.