Este Castellón, la verdad, todavía no enamora por su juego. Pero, ahora mismo, el equipo no está para enamorar, sino para sumar puntos, escalar puestos en la tabla y auparse al primer puesto de la tabla clasificatoria, si es posible. Si hay buenos resultados, a pesar del que juego no pueda ser más brillante, pues miel sobre hojuelas. Si se juega regular tirando a mal y no se gana es cuando llegarán los problemas. El equipo de Sergi Escobar tiene un margen de mejora en cuanto a juego se refiere, pero a nivel de puntuación la cosa anda bastante bien hasta el momento. Desde su llegada, hace ya cuatro partidos, el conjunto de la capital de la Plana ha sumado diez puntos sobre doce posibles.

Además, por fin el Castellón ha tumba a un grande, aunque sea en un encuentro movido. Hasta la fecha se naufragó en casa contra el Atlético Levante (0-1) y Olimpic de Xàtiva (1-1) o en los campos del Eldense y del Roda (1-1, en ambos casos). Ante La Nucía el equipo quiso y al final pudo conseguir el triunfo casi sobre la bocina. Se produjeron tiros al palo, penaltis no señalados, pero al final el desatascador Rubén Fonte puso el 1-0 que valió su peso en oro.

Margen de mejora

A pesar de sumar diez de los doce últimos puntos, este Castellón debería tener mucho margen de mejora porque, teóricamente, con los actuales futbolistas que hay en la plantilla se puede aspirar a jugar mejor. El objetivo es mandar más en los partidos, en especial en el Estadio Castalia, donde la afición demanda algo más. Más que nada porque jugando así cuando lleguen los partidos de play-off se puede pasar mal.

A Sergi Escobar y su equipo hay que darle tiempo ahora mismo, pero también se le tienen que pedir resultados porque esta Tercera División tan igualada no da tregua y penaliza mucho a los que se entretienen sin sumar puntos.

Ahora toca descansar diez días porque el fin de semana del 16 y 17 (sábado o domingo) se reanudará la competición y el Castellón tendrá uno de esos partidos más complicados y antipáticos en Los Arcos contra el Orihuela. Allí los albinegros siempre se han sentido muy incómodos.