No hace mucho, en esta misma sección, vinimos a denunciar un hecho que a nuestro parecer nunca es neutral. Así, nos parecía que los reiterados ejercicios de recuperación más o menos folclórica de la tradición siempre se enfocaban a una determinada visión retrospectiva conservadora y evitaba los que se prodigaron en los períodos progresistas. Es algo que hemos visto con las procesiones y demás actos vinculados al calendario católico. E, incluso, cuando este hecho es orillado, el pasado que se evoca siempre tiene el mismo sesgo. Véase dos ejemplos clarificadores: «Vilafamés 1900» y «Belle Époque, Benicàssim». En ambos casos, se reproduce el modus vivendi -rural o turístico- de carácter inequívocamente estamental, sin un atisbo de lo que fue aquel mundo tan convulso anterior a la Gran Guerra.

Pero el caso que nos ocupa hoy es el de la noticia de la cabalgata de «Les Tres Magues de Gener», organizada en València por la Societat Coral El Micalet. Como se ha dicho, la idea que anima a los promotores es la recuperación del evento realizado en la capital en 1937, cuando la ciudad fue la sede del gobierno de la Segunda República. Tal como aparecen los personajes de las magas de este festival de la infancia, los colores que protagonizan sus vestidos son los de la tricolor: lila, amarillo y rojo, y sus nombre, los de la revolución francesa: Llibertat, Igualtat y Fraternitat.

El lenguaje de los gestos por parte de algunas participantes (el puño cerrado, la vagina dibujada con las dos manos o el dedo corazón al aire), fue la reacción contra los reaccionarios que se habían concentrado para reventar la cabalgata. Estos, poco dados al costumbrario local de muixerangues -también la de Castelló- acabaron confundiéndolo todo: las torres con los castellers catalanes y las notas de la marcha de Algemesí con Els Segadors. Y, en respuesta a las seguidillas de Pep el Botifarra, cantaron el Cara al sol, tan propio de los años 30 y sucesivos, y exhibieron banderas bicolores con el Corazón de Jesús.

La traición de la oralidad

La evocación de aquella década belicosa nos trae a la memoria un episodio ocurrido con una manisa de la fuente de Les Useres. El investigador Monferrer identificó la pieza que faltaba en una vieja postal del siguiente modo. Al parecer, en tiempos de la República se colocó una imagen de la Diosa Razón que, con los años, la gente llegó a identificar con La Pasionaria. Llegados los nacionales, con más pasión que razón, ésta fue destruida. Ya en plena dictadura, los vecinos del pueblo, que contemplaban el hueco, dieron una versión distinta de los hechos allí acontecidos: en realidad los iconoclastas habían sido los rojos, pues lo que allí había existido era una «Marededéu». Ver para creer.