Con premeditación y alevosía, como me consta que le gusta hacer las cosas a Pepe Mascarell, los mandamases del CD Castellón se reunieron a hurtadillas con el presidente de la diputación de aquí, digo sin convocatoria de prensa ni anuncio en la agenda oficial, no fuera el caso de que se presentara alguien no deseado y pudiera estropear el romance, qué sé yo, con alguna pregunta incómoda. Luego, tampoco hubo nota informativa, solo en la web, y la foto, ¡que no falte la foto! Por eso nos hemos enterado de una importante iniciativa según la cual podemos alcanzar los 12.7o0 abonados albinegros que nos convertirían en récord nacional para la categoría. Y eso está bien. Lo que me corroe es si ese fue el verdadero objetivo de la inesperada declaración de amor.

Ya me barruntaba algo desde hace quince días. Sí, cuando el diputado de deportes, Luís Martínez, se dejó ver en el palco de autoridades. El mismo que no hace tanto viajaba a China con el hoy imputado ex presidente David Cruz, por los posibles delitos de administración desleal, apropiación indebida, falsedad en documento mercantil, blanqueo de capitales y corrupción entre particulares. Y no creo que sea el siempre loable abrazo a la justicia, porque para eso mejor que tanto la diputación como los nuevos dirigentes del club favorezcan las causas abiertas por los pequeños accionistas (Sentimiento Albinegro) contra Antonio Blasco, García Osuna y el susodicho Cruz. Y ni unos ni otros han hecho nunca nada por buscar y castigar a los culpables del expolio económico, deportivo y social sufrido.

Además, no puedo olvidarme que en la foto de marras figura un convencido defensor de la refundación del Castellón, oséase, de la desaparición como remedio para eliminar a las sanguijuelas que nos dejaban sin sangre, para luego crear un club nuevo, no importa si era con otro nombre, otra bandera, otros colores, otro himno, sin historia ni alma, un Roda de la vida. Javier Moliner me defendió esa estrategia una noche de copas que le había dado permiso Juan Lozoya. Hasta tenía en mente el nombre del presidente del nonato club. Como quiera que me manifesté en contra, tanto en privado como en público, el presidente de la diputación me acusó de ser un ayatollah, que, perdón por la inmodestia, es lo más bonito que me han dicho nunca. Lástima que entonces no tuviera Twitter para adornar el ¿epíteto? con corazoncitos y reenviarlo a la legión de fiscalizadores que me han salido a la vejez.

Tan largo exordio me lleva al corolario único. Sabido es que la política hace extraños compañeros de cama, y ayer se acostaron juntos club y diputación. No era por amor, solo sexo: todos unidos contra el ayuntamiento. No es que el club sea pepero, pese a su manifiesto apoyo a un sector nazi de la grada. Tampoco en les Aules se han vuelto albinegros. Pero les une ir en contra de Amparo Marco,y eso les pone a cien.

Ya lo intentó Bruixola consiguiendo unas palabras de aliento del Molt Honorable President de la Generalitat -que no se han traducido en nada-, y ahora lo hace aliándose con la diputación. Todas las instituciones con nosotros, menos el ayuntamiento. Una especie de chantaje para conseguir que la alcaldesa se pliegue a sus condiciones: la cesión ilegal de Castalia por 20 años y la asunción del mantenimiento del mismo.

Mejor nos iría si el consejo nos dijera qué piensa hacer cuando el equipo ascienda de categoría, que enseñe su proyecto y el dinero que lo sustenta, o que la diputación mediara para evitar la aglomeración de gente sin entrada el domingo en Vila-real. Pero eso ya no es política. No interesa.