Hay lecciones de primero de vida: un animal herido es el doble de peligroso. El Villarreal aplazó la ejecución de un Espanyol aturdido y el fútbol terminó cobrándole factura. Tuvo el partido ganado, con 0-1 y Bacca enfilando a Diego López para la sentencia, y lo tuvo perdido, con 1-1 y el balón de Baptistao volando hacia el larguero. Tuvo al final que conformarse con el empate, que lo deja sexto en la tabla, a un punto del resucitado Sevilla

Rodrigo Hernández es muy bueno. Es una obviedad que conviene recordar de vez en cuando. Rodri se ha pasado media temporada amortiguando el impacto de la ausencia de Bruno, bandera del club amarillo. El drama de Bruno es menos drama porque un chaval de 21 años ha recogido el testigo a la altura. Rodri lleva desde agosto puliendo el manual del pivote clásico. Roba como nadie, aclara la salida como nadie y gobierna el choque como ninguno. Domina por alto y pasea la escoba en la segunda jugada. Llevaba medio año así, exprimido, hasta que ayer se quitó el traje de especialista. Resulta que es algo más que eso, que no era poco. La entrada de Javi Fuego le dio carrete para fluir en el medio, y Rodri apareció por otras partes del campo. En el minuto 5 robó un balón alto, ganó la línea de fondo y descargó el pase atrás para plantar a Fornals frente al gol. El poste negó el 0-1, que subió al marcador veinte minutos después. El esfuerzo en el área de Unal, al que antes habían anulado un gol por una falta previa, generó un rechace en la frontal. Ahí apareció Rodri, que clavó en la maniobra los tiempos de un llegador consumado, y soltó un duro latigazo desde la media luna que superó a Diego López por bajo.

La actuación de Rodrigo validó la propuesta inicial de Javi Calleja, que reforzó la medular con Fuego, le dio bola a Raba en un costado y reservó casi medio equipo de cara al partido del jueves contra el Lyon. Jaume Costa, Trigueros y Bacca se quedaron en el banquillo. Enfrente el Espanyol fue con todo, juntando a Baptistao, Sergio García y Gerard Moreno, pero ese todo se convirtió en casi nada durante los primeros setenta minutos.

En ventaja fue avanzando el Villarreal en la noche. Fornals reclamó un penalti tras sufrir un empujón por el camino. Al poco Calleja decidió dar el bocado definitivo. Entró Bacca y al minuto siguiente le cayó un caramelo. Era el 75 y era el partido: la zurda de Dani Raba iluminó un pase interior que plantó al colombiano frente a Diego López. Podría decirse que Bacca, rococó en la definición, se entretuvo: sorteó al portero pero dio tiempo a la defensa, y Víctor Sánchez tapó el disparo franco. Se pidió mano.

A partir de ahí el Espanyol entró en combustión. Por mucho control que tuviera, y lo tenía, por mucho mejor fuera, y lo había sido, el Villarreal dejó el partido abierto para el arreón final de los locales. El Espanyol se levantó desde lo más primitivo: balones largos a Gerard Moreno. Alrededor de ese movimiento simple llegó todo el peligro. El aviso: una maniobra frente a Álvaro y un pase atrás que limpió atento Rodrigo. El gol: una faltita que le sacó a Víctor Ruiz y que enroscó Granero a la escuadra en el minuto 85, con la clase que siempre ha tenido. Y el casi: una prolongación de un balón directo en la última jugada del partido, que voleó Baptistao al larguero, y con Asenjo repeliendo el tiro de Sergio García en el último suspiro.