El Castellón se ha propuesto ser campeón y lleva camino de conseguirlo, de puro pesado. El de Sergi Escobar es un equipo que nunca deja de llamar a la puerta, que va y que va, que va y que vuelve a ir, que nunca se rinde ni pierde la fe, y cada semana encuentra la recompensa. No es que sea un equipo sin temores, es que acumula un deseo tan grande que difumina cualquier miedo. Desde la convicción está superando un capazo de obstáculos, el último ayer en Castalia y contra el Torre Levante, un rival ambicioso y enrachado que marcó pronto el 0-1, pero que hubo de hincar la rodilla tras el descanso ante la percusión demoledora del contrincante. El 3-1 final se tejió con esmero durante la segunda mitad y aúpa al conjunto orellut al liderato en solitario.

Escobar lleva ocho victorias consecutivas en Castalia, en una fiesta continua. La grada marca el ritmo y el equipo flota danzando sobre el compás. Hubo un momento ayer, en plena remontada en la segunda parte, que el Torre Levante, un equipo hecho y derecho, no sabía donde meterse. El Castellón atacaba por dentro y por fuera, cabezón, y mutaba de bisonte en piraña para morder tobillos tras pérdida. Así volcó el partido a campo contrario, y así terminó ganando un duelo que se le había torcido muy pronto.

En el minuto 11, Víctor García rasgó la línea y batió a Zagalá por bajo. Víctor García fue la mayor amenaza del ataque visitante. Tanto a la espalda de los centrales, como en el gol, rompiendo al espacio, como a la espalda de los mediocentros, a menudo, pidiéndola al pie. Ganó muchos duelos individuales, pero perdió protagonismo tras el descanso, mejor fijada su marca cuando se escoró a la banda diestra.

El 0-1 acentuó la voluntad de dominio del Castellón, que circuló la bola con más velocidad que nunca, pero anduvo tibio de cara a puerta en toda la primera parte. Cristian Herrera fue de más a menos: Paredes le tapó un tiro cercano en una falta ensayada y el larguero le negó el empate en un cabezazo deslavazado, tras una rosca de Ferreres. Poco a poco el Torre Levante controló la situación, al menos hasta el descanso: cada minuto que pasaba sus centrales parecían crecer un palmo.

A pelota parada

El Castellón cerró el primer tiempo tirando los dados sin premio a base de disparos lejanos. En el segundo tiempo sacó el tabal y pim pam, y el bombo y bum bum. Enseguida Rubio culminó una gran jugada colectiva con un chut que repelió apurado Paredes. Fue el anticipo del gol. En el minuto 54, Beni concedió una falta lateral y Rubio la tensó hacia el meollo del área. Ahí emergió quien menos se esperaba, Colomer, que firmó un cabezazo impecable y en escorzo, hacia atrás, que se coló en el marco cerca de la escuadra.

El empate alimentó la duda visitante y la fe local. Castalia era una bañera espumosa e hirviente. Escobar hizo los cambios que requería el paisaje: las alas de Serra y Juanjo. Juanjo salió tocado del Ciutat, señalado en un error que costó el gol del filial del Levante. Ya puede estar tranquilo: ayer agitó el flanco izquierdo hasta ganar el partido.

En el minuto 67, Marenyà filtró una delicia de pase interior y Juanjo llegó antes que el defensa y el portero, que lo derribó. Rubio marcó de penalti el 2-1, con un tercio de encuentro por delante. El Castellón entonces serenó pulsaciones y mantuvo el control. El Torre Levante buscó la reacción con los cambios, e incluso incrustó al central Kalle como ariete, pero Zagalá no hubo de realizar una sola parada. Al contrario, el 3-1 se insinuó un par de veces, en un libre indirecto que Juanjo lanzó alto o en un cabezazo de Arturo que no encontró portería. En el 89 la sentencia fue una realidad. Juanjo picó un pase preciso, Cubillas fue trabado por Cristian Castells en el área y Serra anotó la pena máxima. Alumbró una paradoja: alrededor había alegría máxima. Aroma a campeón.