Los escritores no solemos, desconozco si por principios literarios o por vanidad, leer demasiado a otros escritores cercanos en lo geográfico con los que tenemos relación, incluso aunque esta sea cordial, amistosa. No negaré que sucede así en mi caso, y no sé atribuir el motivo. Pero con Óscar Gual no me ocurre de ese modo. He leído sus novelas, desde «Cut & Rol» hasta «Los últimos días de Roger Lobus» pasando por sus «Fabulosos monos marinos» y he constatado en ellas, en las tres, un sentido de la imaginación diametralmente opuesto al mío, quizá sea esa complementariedad literaria la que me incita a degustar su literatura, pero necesitaría un diván, la luz tenue y la persuasión de una sicóloga argentina para dilucidar mis porqués. Y los suyos.

No espero menos de «El hombre de la mirada de piedra», su última novela publicada. Su sinopsis, su portada, la pulcritud de su edición están pidiéndome a voces interiores su lectura, porque todavía, en el momento de hacer prosperar esta entrevista no he abierto el ejemplar que ahora manoseo.

P ¿Por qué suele haber esa indiferencia literaria entre escritores que se conocen bien?

R Yo diría que es menor de lo que aparenta. Yo leo con gusto a varios escritores cercanos, incluso amigos, pero si lo hago es porque me interesan, no porque sean de este o aquel lugar. Si tuviésemos que leer basándonos en un criterio de cercanía, ¡no podríamos leer a nadie más! Y eso no sería aconsejable. El tiempo de lectura es casi tan preciado como el de escritura, por eso hay que administrarlo al antojo de uno y no al de los demás.

P Dejémonos de metaliteratura y a lo nuestro, que hoy es lo tuyo. Una novela más ¿en ocasiones no te has preguntado qué es lo que te mueve a publicar, a desnudarte una vez más ante los demás?

R En mi caso no es un proceso automático en absoluto, cada vez es como la primera. El pack completo: con todo su caos, todo su estrés, toda su euforia y todas sus ojeras. No tengo un método demasiado definido y eso hace que, como puedes comprobar, mis novelas sean tan distintas entre sí a nivel formal. Aunque, por otra parte, es eso precisamente lo que me excita del proceso. En el momento en el que se convierta en una rutina, cuelgo el boli.

P Y aun así, has adoptado la mirada de piedra y te has desentendido de nadie ajeno a ti mismo y has aterrizado de nuevo en la vorágine que representa alumbrar una novela...

R Una cosa que he aprendido de mí mismo a lo largo de todos estos años es que me cuesta empezar a escribir un nuevo proyecto, me autoengaño diciéndome que me estoy documentando pero en realidad se trata de miedo a empezar. Hasta que el asunto me desborda como una presa y ya no puedo evitarlo. Una vez he empezado y establecido ciertos andamiajes, la cosa rula fina.

P Me he leído la sinopsis y promete. Haz me que me prometa más...

R El tema central de la novela es la adicción del cerebro humano al orden. Es por ello que necesitamos creer que todo ocurre por una causa, que hay un sentido oculto detrás de todo lo que ocurre. Pero a veces o no lo hay o simplemente no somos capaces de asimilarlo. Y si esas respuestas ya no nos las proporciona Dios, pues nos inventamos nuevas religiones que nos tranquilicen, ya sea la economía financiera, la superación personal o el naturismo. Cualquier cosa antes que rendirnos al caos, que nos aterra.

P Preséntanos a Drákos Vasiliás. ¿Por qué esos orígenes griegos del nombre?

R Drákos Vasiliás significa algo así como Rey Dragón en heleno, que es una figura teórica que aparece en El Cisne Negro, ensayo de Nassim Taleb que tiene gran peso teórico sobre el texto. Habla de la magnitud de lo imprevisible frente a la arrogante insignificancia de lo que sí conocemos, y cómo eso ha condicionado la historia humana. Es una idea que me atrae mucho y que he tratado de plasmar narrativamente.

P ¿Es clasificable en algún género? Si no lo fuera, inventa uno, una palabra acogedora para contener tu nueva obra. ¿Entronca con las anteriores, o percibes que tu literatura evoluciona a la par que tú?

R Cuenta la investigación, por parte de un periodista muerto de hambre, del pasado de Drákos Vasiliás. Pero esa investigación acaba convirtiéndose en otra cosa inesperada y mucho más compleja. Entronca de algún modo con mi obra anterior porque estas ideas que la conducen ya sobrevolaban las otras novelas y porque una parte de la historia sigue ocurriendo en Sierpe, la ciudad ficticia donde sucedían las anteriores.

P Sigues con Aristas Martínez. El binomio editorial-escritor parece haberse revelado productivo por su consumación. Estoy convencido de que muchos lectores y algunos de tus conocidos se preguntan qué beneficio económico te representa la novela. Cuenta hasta solo hasta el límite de lo prudente. Los chivatos de Montoro están por doquier.

R No lo voy a decir porque no quiero disuadir a ningún chaval de que escriba. Pero si quiere ganar dinero, que trabaje de limpiacoches o de camello, que se gana más.

P ¿Qué calendario de presentaciones tienes previsto después de la premiere de Castellón, en la librería Argot el pasado sábado?

R Estaremos el 28M en Bartleby, Valencia. Creo que algo haremos durante el Encuentro de Editoriales Independientes, aquí otra vez. Y supongo que después recorreremos la península como buhoneros beodos vendiendo elixir curatodo.

P Hurgar en las cavidades más íntimas del ser humano ¿supone hurgar en las tuyas? ¿Cuánto de traslado introspectivo de ese tú que vas siendo a medida que creces y envejeces aportas a la novela?

R Siempre lo es, aunque no lo sea. Quiero decir que ya sea por identificación o por lo contrario, cada personaje nace de una parte de ti. Evidentemente, resulta menos biográfica y personal que mi novela anterior, pero los temas que la recorren siguen siendo mis filias y mis demonios.

P Y el humor, la ironía, como recurrentes en tus obras para atemperar la fragilidad de la naturaleza humana. ¿También en esta?

R Por supuesto. El humor es pieza fundamental en mi discurso. Creo que destacar lo grotesco de la realidad es un ejercicio de lo más sano y liberador. De hecho, entroncando con lo que hemos comentado, sabemos tan poco, nos queda tanto por saber de los ejes que hacen avanzar el mundo que la risa es una herramienta más eficaz que la sabiduría.