Mucho antes de que la Iglesia católica dudara de la existencia de San Jorge y le otorgara una biografía meramente legendaria, los valencianos lo destituyeron como patrón del antiguo reino y de su brazo armado. El sustituto fue Vicent Ferrer, el «santo subito» que anunciaba el Apocalipsis y al que pronto le comenzarían a atribuir toda suerte de hechos prodigios.

Como es bien sabido, San Jorge de Capadocia continuó siendo el patrón del Principado de Cataluña, así como de otros países como Inglaterra, Bulgaria, Portugal o Rusia, en los límites más dispares de Europa. No pretendemos establecer ningún tipo de parangón con los acontecimientos sucedidos estos días, pero se nos antoja esclarecedor que al norte del Sénia se optara (y se siga optando) por acrecentar el mito de esos seres ilusorios: el caballero, la princesa y el dragón; mientras que de este lado del río, la devoción se inclinó a favor de un predicador milagrero, un tipo de carne y hueso, capaz de ejecutar los actos más extraordinarios.

En las comarcas de Castelló, Vicent y su hermano Bonifaci mantuvieron una relación muy estrecha. Por una parte este último llegó a prior de la Cartuja de Valdecristo en Altura, donde se aplicó en la traducción de la Biblia a la lengua vulgar (el catalán) y a su faceta manual como tallista de diversas imágenes de la virgen María. Del otro lado, el que más tarde subiría a los altares, primero tuvo que subir las cuestas de Borriol. Por esos pagos, dio un sabio consejo a los naturales: «No demaneu aigua, demaneu collites» y, ante en desdén que recibió de los vecinos de las tierras del Barón, que no le dieron hospedaje ni le herraron la cabalgadura, maldijo para siempre a la población: «Pobla, pobleta, sempre seràs xicoteta...». Será en Morella donde más lo aclamarían, pues fue allí donde recompuso el cuerpo del niño que su madre, endemoniada, había despiezado y echado a la olla. En estos pueblos, la fama de Ferrer quedó fijada en nuestro cancionero apócrifo.

Así, recordemos dos tonadas: «Sant Vicent, el morenet/ no té cames i està dret/ a les güeles fa carasses/ i a les joves fa l´ullet» y «San Visiente se perdió una tarde,/ sus hijos llorosos lo iban a buscar,/ lo encontraron buscando panollas/ de esas buenas p´a torrar».

El santo (avant la lettre), tampoco lo olvidamos, fue el que completó la reunión tripartita con el rey Ferrando de Trastámara y el papa Benet XIII, el que sería el antipapa Luna. Sin duda este fue un encuentro que pudo que inspirar al Molt Honorable Paco Camps («Un buen tío», según Arcadi Espada), que seis siglos más tarde soñó con repetir un acontecimiento muy similar en Valencia con S.M. Juan Carlos de Borbón y otro Benedicto, el XVI, como coprotagonistas. Él, claro, se reservó el papel de santo y, si hacía falta, hasta de mártir.

Bona Pasqua.