Viver dio ayer el pistoletazo de salida a un intenso fin de semana festivo marcado por las celebraciones en honor a San Francisco de Paula. Para ello, la localidad repartió alrededor de 2.500 raciones de su tradicional sopa del santo entre viverenses y visitantes que, como manda la tradición, no dudaron en acercarse hasta las inmediaciones del convento de los Mínimos para protagonizar el ritual de cara a coger una ración del delicioso arroz.

Como en años anteriores, los cocineros realizaron un total de 45 calderos ayer que mañana domingo aumentarán hasta 55, debido al incremento de asistentes durante el fin de semana.

El frío y el viento de los últimos días dio paso ayer al sol para acompañar a la población en su día festivo. El volteo de campanas anunció la fiesta mayor que comenzó con los actos religiosos en los que estuvieron presentes las autoridades locales y las clavarias del Santo. A mediodía, la melodía de la banda de música acompañando a los clavarios hasta el convento sirvió de previa a una de las tradiciones más arraigadas, declarada fiesta de interés turístico local: el reparto de la sopa. Se trata de un arroz realizado a base de judía, ajos tiernos, bacalao y aceite de oliva, cocinado en calderos a fuego de leña y con muchas horas de cocción, a cargo de los cocineros del pueblo y patrocinado por los clavarios.

Tras la bendición a las dos en punto, y a grito de «Al Ataque» el cura dio el pistoletazo de salida al multitudinario reparto. Agolpados en la parte de fuera del convento de San Francisco, los viverenses esperaban ansiosos recibir su ración de este manjar típico en las fiestas de la localidad, plato o fiambrera en mano y entre empujones y gritos de jolgorio. Todo un ritual que se volverá a repetir el domingo, esta vez, con el reparto de hasta unas 3.000 raciones pagadas por el ayuntamiento.

Este arroz se comenzó a realizar hace más de un siglo.