Muchos son los mitos sobre el sexo durante el embarazo, falsas creencias que le otorgan una connotación negativa, negligente, insana, inmoral e incluso peligrosa. Estas ideas no son sino un eslabón más de nuestra restrictiva educación sexual.

Estamos viviendo una época muy liberadora en cuanto a sexualidad y afectividad humana, pero es muy difícil eliminar de lo más profundo de nuestra mente ciertas ideas con las que hemos crecido y, aunque las racionalizamos y entendemos, algo dentro de nosotros nos sigue diciendo que no está bien y, con nuestro ejemplo, ayudamos a su perpetuación de una forma involuntaria.

La vida sexual de una embarazada no tiene porqué sufrir modificaciones si no existe una recomendación médica para ello, como ocurre en embarazos de riesgo que requieren de reposo. Si este no es el caso, lo máximo que puede suceder es que los cambios hormonales, el sueño típico del primer trimestre, la pesadez e incomodidad postural en las etapas más avanzadas de la gestación, la excesiva sensibilidad de los pechos o la indisposición por nauseas, vómitos y mareos alteren la libido y la lubricación de la futura madre (y no siempre a peor), teniendo en cuenta que ni todos los embarazos son iguales ni todas las embarazadas experimentan estos cambios.

Por tanto, podemos asegurar que durante la penetración no se puede presionar al feto (siempre y cuando la postura no oprima el abdomen de la mujer). El coito es vaginal y, en ningún momento, se accede al útero, que es donde se gesta plácidamente la criatura.

Tampoco puede adelantar el trabajo de parto. Cierto es que los espasmos musculares que se producen durante el orgasmo simulan los movimientos de las contracciones, pero no por ello inician el proceso. Realmente sirven como ejercicio de fortalecimiento del suelo pélvico, importantísimo tanto para el momento de la expulsión como para la recuperación post-parto.

Aunque parezca increíble, todavía hay quien piensa que el feto puede percatarse de que sus progenitores están teniendo relaciones sexuales por los movimientos y ruidos que siente, generándole un trauma de por vida. Es muy irracional otorgar, de esta manera, a la criatura la capacidad de conocer de forma innata qué es el sexo y cómo se reconoce, siendo capaz de recordar una experiencia intrauterina. Lo que realmente se puede llevar el feto de esta experiencia son las sensaciones de bienestar y relajación placentera que la madre siente con el orgasmo y que le transmite, por vía sanguínea, con todas las sustancias bioquímicas liberadas durante el orgasmo.