Los juegos de azar siempre han existido, pero la irrupción de Internet en este campo sumado a la proliferación de casas de apuestas online ha provocado un aumento de la ludopatía, especialmente entre los menores. Un estudio de la situación realizado por la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR) constata que más del 20 por ciento de los adolescentes realiza algún tipo de apuestas. Y de ellos, un 90 por ciento son chicos y tan solo el 10 por ciento son chicas.

Los jóvenes pueden ser un objetivo fácil para este tipo de empresas. Más de un tercio de las personas que desarrollan una adicción al juego se iniciaron con menos de 18 años, según un estudio realizado por la Dirección General de la Ordenación del Juego. Para el psicólogo Alejandro Puigdoménech, no existe un rango de edad marcado, ya que depende del momento en el que se ha entrado en contacto con esta adicción y la necesidad que se tiene. En muchas ocasiones, apunta, se inicia en edades bien tempranas y puede guardar relación con la dependencia que tienen los niños con los móviles, tablets o videojuegos.

Imagínense la familia de Pedro y Ana, los padres, que tuvieron al pequeño Raúl hace tres años. Ambos trabajan fuera de casa, por lo que no pasan con su hijo tanto tiempo como les gustaría. Con bastante frecuencia le dejan su móvil con la intención de que juegue, aunque en el fondo lo hacen para que no llore ni les moleste. ¿Qué ocurre? «El niño está calmando su ansiedad o su necesidad de cariño a través del teléfono. Cuanto más tiempo pasa con él más lo necesita, apareciendo síntomas de abstinencia y nerviosismo, irritabilidad e incluso insomnio», afirma el psicólogo.

Diez años con las mismas rutinas y Raúl se convierte en un adolescente. Con 13 años ya juega más de cinco horas diarias a la PlayStation. Su dependencia le ha llevado a gastarse las propinas que le dan sus abuelos comprando suplementos de videojuegos, que incluyen un factor de azar, como los sobres de FIFA o los cofres de Clash Royale.

Dos años después entra en contacto con las apuestas deportivas. La primera vez gana 120 euros, su perdición. Raúl piensa que puede obtener dinero fácil, pero está equivocado. Su codicia le lleva a perderlo todo en menos de una semana. Sigue gastando sus ahorros sin darse cuenta que ha tirado los 200 euros que le dieron por su cumpleaños. No trabaja, por lo que, para calmar su ansiedad, llega a vender esos collares que su abuela nunca se pone, incluso toma prestada la tarjeta de crédito de su padre. En el segundo trimestre suspende cinco asignaturas, raro para un niño que acostumbra a aprobar todo. Sus padres llevan meses sospechando de su comportamiento, hasta que Pedro ve en el extracto del banco que alguien ha gastado más de 300 euros en juegos de azar.

Entre los factores que incrementan la ludopatía, destacan la accesibilidad y la disponibilidad de dinero. Pasar mucho tiempo solo, el bajo rendimiento escolar, la falta de rutinas sanas, conductas de enfado, mentiras y falseamientos también advierten de que algo está pasando. Bayta Díaz, psicóloga de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL), cree que la educación en casa es primordial. Los padres tienen que luchar y ser firmes para poder establecer límites en cualquier tipo de conducta, más aún en aquellas que pueden ser problemáticas. «Hoy en día no se fomentan los valores de hace 15 o 20 años cuando se enseñaba a los hijos que las cosas cuestan. Ahora los chavales lo quieren todo y lo quieren ya», añade Puigdoménech.

«En cualquier caso, si presenta comportamientos similares a la ludopatía es necesario abordarlo cuanto antes. Si el niño está continuamente jugando, no respeta límites, roba, miente, deja sus obligaciones, si se comporta de forma agresiva cuando se le impide jugar, sea ludopatía o no, requiere de una intervención urgente, ya que probablemente este comportamiento pueda tener consecuencias en la vida adulta», aclara Díaz.

Por otra parte, si ya se ha detectado que el menor tiene este problema, ante la duda o si existe una pérdida de control, lo conveniente es ponerse en contacto con un especialista. «Controlar el dinero que gasta el adolescente, fomentar actividades sanas que suplan esa necesidad de pensamiento o técnicas de relajación y control de la ansiedad, son métodos que deben conocer los padres para poder ayudar a su hijo», aconseja Puigdoménech.