Tengo confianza en el ser humano, en serio, pese a haber en este planeta seres tan despreciables como Eduardo Inda, que llama «mierdas» a Amaia y Alfred a través de su panfleto digital, con una inquina infame, por el pecado del músico catalán de regalarle a la brillante cantante navarra el libro de Albert Pla «España de mierda». Le vino al pelo a Inda el pésimo resultado en Eurovisión-una «mierda» como reconocieron los dos protagonistas al acabar el festival- para sacar la bilis el mismo día en el que insultó en el plató de La Sexta a dos jóvenes estudiantes mientras debatían sobre la sentencia de La Manada. Pero la culpa no es suya, sino de las cadenas que lo invitan sin rubor alguno. A la pregunta de dónde está la ética que deberían tener los medios de comunicación, reconozco que no tengo respuesta porque cada vez la veo menos.

Tengo confianza, también, en el periodismo, aunque me sonrojen los Indas que corren por esta profesión. Sí, en ocasiones, muchas, los periódicos, radios y televisiones son meros relaciones públicas y se someten al poder político empresarial. Eso no es el periodismo que nos merecemos, pero afortunadamente hay ocasiones en las que este trabajo me reconforta. Carlos Fabra, Gürtel, Bárcenas, ERE de Andalucía, Camps, La Fórmula 1, los Pujol, Cifuentes... Qué sería de todos estos desmanes sin la labor investigadora de los periodistas. Ahora el tufo se asoma a PSPV y Bloc, con informaciones que ponen en la cuerda floja la honestidad de algunos de sus dirigentes y que apuntan a una presunta financiación ilegal en ambas formaciones hace una década. La investigación dejará a cada uno en su sitio, pero pintan bastos para algunos.

Tengo confianza, no obstante, en los políticos, pese a que los encerraría en un búnker y tiraría la llave al mar. La vieja política está manchada allá por donde camines, por eso uno esperaba que la decencia se impusiese a la vergüenza en los tiempos que corren. En Castelló, en la capital, tenemos al grupo municipal del Partido Popular, que ha pasado en tres años de «cuadrilla o pelotón de gente» -manada- a «conjunto de quienes persiguen con saña a una persona o a un grupo» -jauría-. La oposición tiene que ser contundente, fiscalizadora, poner en un brete al gobernante de turno, pero el PP tiene un problema: sigue pensando que debería estar con la vara de mando y no en la oposición. Veinticuatro años de mayorías absolutas y quedarse sin la alcaldía tras el Pacte del Grau de PSPV, Compromís y Castelló en Moviment es, lo reconozco, difícil de digerir.

Hay temas sangrantes. El PP intentó regalarle una plaza al director en funciones de la banda municipal de música, José Vicente Ramón Segarra, en 2015. El PP sabe que ni el propio maestro Signes, su predecesor, le quería. El PP sabe que Ramón Segarra es un problema para la estabilidad de la banda y que ahora se han sacado unas bases abiertas a todos los profesionales para esa plaza, pero da igual. Lo importante es tocar las pelotas al gobierno municipal y que el señor concejal Juan José Pérez Macián le ría las gracias a Ramón Segarra compartiendo un café, como la 'gracias' de dejar tiradas a 400 personas en un auditorio al no presentarse a un concierto. ¿Qué risa, verdad?

El PP, con su portavoz Begoña Carrasco a la cabeza, también ha sido testigo de los, vamos a ser suaves, malos modos que se gasta el presidente de la Junta de Festes, Juanvi Bellido, con cualquiera que se cruce en su camino, pero a los populares les viene de perlas sembrar cizaña gritando a los cuatro vientos que PSPV y Compromís se quieren cargar la autonomía del 'món de la festa'. Sí, el mismo PP que hizo la vista gorda ante los desmanes económicos, de dudosa legalidad, del predecesor de Bellido en el cargo.

El Partido Popular va a la yugular, cual jauría, y no le importa a quién se lleve por el camino. La lealtad institucional en temas que son de cajón no entra en su esquema de trabajo. Estamos en año preelectoral y los pufos les siguen asaltando a nivel autonómico y nacional. Su problema lo tienen delante, con un Pacte del Grau que, con sus tensiones, ha ido funcionando, y detrás, con un partido, Ciudadanos, que le echa el aliento en el cogote, no tanto por méritos de sus cuatro concejales como por los deméritos populares y el efecto nacional que ejemplifica Albert Rivera.

En un año tenemos elecciones municipales y autonómicas. Confíen en mí: esto no ha hecho más que empezar. No habrá bastante barro para los meses que nos esperan. El PP ya ha conseguido que un juzgado de Castelló cite a Enric Nomdedéu y Ali Brancal para aclarar si, en 2014, hubo delito al enviar propaganda electoral de Compromís con sobres del ayuntamiento, una querella -a la que auguro poco recorrido- que ha tardado nada menos que cuatro años en presentar el señor Pérez Macián. Así es la política. Agárrense que vienen curvas.