No es de extrañar que la comunicación tradicional entre la costa y el interior del Maestrat se efectuara en carro, a través de la rambla de Cervera, el paso natural que corre en paralelo a la actual carretera comarcal que va desde Benicarló hasta Sant Mateu. Así, se asciende a los dominios del señor de Montesa y, una vez alcanzado el castillo, que se alza sobre el promontorio que corona la villa de Cervera, se divisa la plana hasta el Mediterráneo y el delta del Ebro en «les Catalunyes», allí donde se pierde la línea del horizonte.

El Maestre de la Orden de Santa María, con su capitalidad en Cervera, ejerció a lo largo de la Edad Media el monopolio señorial sobre el molino, el horno de pan, la escribanía y la justicia. La instalación actual, el caserón rehabilitado que acoge un centro de interpretación museográfica dedicado a la molienda, pudo haber sido, en un principio, una parada de postas (un área de servicio, avant la lettre) antes de convertirse en el gran molino aceitero de la batlia y de toda la comarca.

Llama la atención la viga de la prensa mayor que preside la sala. Está formada por la unión de cuatro maderos de pino de doce metros de longitud, que lucen en una inscripción hecha a navaja el lugar de procedencia: «Hares» (Ares), la palabra «Añy» (un híbrido del valenciano y el castellano) y «1609» o «1696», (a gusto de los lectores).

Cucala, en aceite

Una de las leyendas que se cuentan en el pueblo pone en relación un episodio de la última guerra civil del siglo XIX con la producción aceitera. Según se dice, el general Pascual Cucala protagonizó este hecho memorable. El militar tradicionalista, al que llamaban el «nuevo Cabrera» -pues este vecino de Alcalà de Xivert en todo recordaba al Tigre del Maestrazgo- cuando estaba a punto de concluir la Tercera Guerra carlista, que enfrentaba a los partidarios del Antiguo Régimen con los simpatizantes de la causa liberal, casi cayó en una emboscada, precisamente en Cervera del Maestre. Al parecer, cuando casi estaba a punto de ser detenido, el general todavía logró esconderse en una de las tinajas donde se almacenaba el aceite recién salido del Molí de l´Oli. El carlista, provisto de una caña, se ocultó dentro de aquel mar de jugo de aceituna picual, sin ser descubierto por sus enemigos, que no lo descubrieron. Sin duda alguna, el militar salió airoso de aquella situación desesperada y, gracias al baño de aceite, aún incrementó más su fama de escurridizo.