Clara Ferrer, Eva Adell y Mireia Camañes. Son los tres nombres que desde ayer figuran en la historia viva de Portell. Casi 500 años después son las primeras mujeres que ejercieron de peregrinas en la peregrinación de Portell a Sant Pere de Castellfort. Ayer las 3 cerraron la comitiva de los 12 peregrinos y peregrinas que emprendieron el camino de la ermita que se ve desde Portell y a la que se llega atravesando el angosto barranco de la Rambla Cellumbres.

A las cinco de la mañana Clara, Eva y Mireia se vistieron con capa negra, camisa blanca, bastón, sombrero y rosario en la mano. Iban a emprender en silencio, tan solo roto por los cánticos del O Vere Deus, las más de cuatro horas de camino que les separan de la cima la ermita de Sant Pere. La misma cima hasta la que acudió Don Blasco de Alagón guiado por su camana, la misma cima hasta la que llegan desde Catí, en este caso ascendiendo desde el Maestrat.

Pese a ser el primer año, desde 1575, en el que las mujeres recobraban el protagonismo en la peregrinación se mantuvo el silencio, la soledad y la ausencia de público. Tan solo algunos familiares, los mayorales de la fiesta y alguna cámara en torno a Sant Pere. En el camino todo silencio. Cincuenta pasos separaron a cada peregrino que tuvo tiempo y camino para rezar, pensar, reflexionar, mimetizarse con el barranco de la Rambla Cellumbres o el camino de piedra seca del Mas de Ibáñez.

Clara, Eva y Mireia cerraron la comitiva de peregrinos y escucharon misa frente al altar románico de Sant Pere. Sólo el cura, los monaguillos y los peregrinos. Cuando entró la última peregrina las puertas de Sant Pere se cerraron. En el recorrido se cumplió cada ritual. En cada peiró o cruz los peregrinos se detuvieron para mostrar su respeto y reverencia.

Ayer no era día de declaraciones. La emoción del momento histórico, la emoción del día en el que el día las mujeres también se convirtieron en garantes de la tradición más arraigada en el pueblo, se expresaba con respeto, silencio y emoción en las miradas. La mirada de las madres y padres de las peregrinas. Las tres protagonistas comentaron a Levante de Castelló que «siempre hemos visto a los peregrinos y nosotras queríamos ser peregrinas». «Nos sentimos portellanas como el que más y más allá del hecho religioso sentimos como nuestra esta tradición».

Llegaron a Sant Pere de Castellfort saliendo de entre una espesa y densa niebla primaveral de Els Ports. Volvieron a Portell donde fueron recibidas por todo el pueblo. Ellas han sido las que han dejado en papel mojado el decreto del obispo Joan Izquierdo, quien en 1575 «prohibió» que las mujeres peregrinasen.