La historia conocida de Teresa/Florencio Pla Meseguer, más conocido por el sobrenombre de guerra La Pastora, también es un reflejo de aquel tiempo de oscurantismo. El recién nacido vino a este mundo en Vallibona, en 1917, con una malformación congénita (pseudohermafroditismo masculino: escroto bífido y pene muy pequeño). Ante la visión de aquel apéndice, la madre, aconsejada por el entorno familiar, mandó inscribirlo con el nombre de Teresa, para ahorrarle, en un futuro, el mal trago del servicio militar y sufrir humillaciones a cuenta de su anatomía. Teresa, desde niña/niño, se dedicó a cuidar el ganado -de ahí su alias posterior- hasta que, ante las dudas que despertaban sus rasgos hombrunos, un teniente de la Guardia Civil le ordenó desnudarse.

A raíz de aquella vejación, y tras la quema de la masía en la que trabajaba, se echó al monte, se enroló en el maquis y abandonó su identidad femenina de Teresot para adoptar la gracia de Florencio. Aún así no se libró de que se refirieran a él como La Pastora, por su ocupación civil y por las faldas tras las que ocultó la identidad. En 1960, sus enemigos beneméritos lo capturaron y le atribuyeron crímenes en los que nunca participó. Entonces, habiendo sido condenado a muerte, se dice (de modo apócrifo) que un pariente lejano, nada menos que el cardenal primado de España Pla y Deniel, intercedió para que le conmutaran la pena por la de cadena perpetua. Cumplidos 17 años de condena salió de la cárcel y un funcionario de prisiones, se apiadó de él y lo acogió en su domicilio. Falleció en 2014.

En los últimos años, y aunque nada tenga que ver con esta historia, ha cobrado protagonismo otra Pastora que también es Florencio, Pastora de Florencio, la líder del LGTBI de Castelló. Entre el viejo pastor maqui y la nueva activista de género queremos ver, más allá coincidencia en los nombres, la defensa de la identidad sexual de cada persona. Y con orgullo.