Vivir en grandes ciudades, experimentar abuso físico o sexual, consumir cannabis o abusar del alcohol durante la infancia o la adolescencia son algunos factores que pueden determinar el riesgo de desarrollar un comportamiento agresivo o violento en la edad adulta, según un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry. El nuevo estudio presenta las primeras evidencias científicas del efecto combinado de diferentes factores en el riesgo de convertirse en un adulto violento y de manera independiente a la presencia de un trastorno mental.

En la nueva investigación, participan los expertos Bárbara Arias y Lourdes Fañanás, de la Facultad de Biología, el Instituto de Investigación de Biomedicina de la Universitat de Barcelona y el CIBER de Salud Mental (CIBERSAM); Jorge Moya (Universitat de Lleida, CIBERSAM) y Manuel Ignacio Ibáñez y Generós Ortet (Universitat Jaume I, CIBERSAM).

Este estudio se ha llevado a cabo en colaboración con expertos del Instituto Max Planck de Medicina Experimental de Alemania, una institución en la que la investigadora Marina Mitjans, una de las primeras firmantes del artículo y miembro también del CIBERSAM, está realizando su estancia postdoctoral.

El nuevo estudio está basado en el análisis de más de 1.500 personas diagnosticadas de esquizofrenia —pertenecientes a la Göttingen Research Association for Schizophrenia, GRAS— y procedentes del equipo liderado por la profesora Hannelore Ehrenreich del Instituto Max Planck de Medicina Experimental, junto con una muestra poblacional de más de 550 personas de la población general española.

En el marco del estudio, se analizó si los individuos habían estado expuestos durante su infancia y juventud a diferentes factores: vivir en una gran ciudad, abuso físico o sexual, pertenecer a un colectivo de inmigrantes, consumir cannabis y beber alcohol en exceso.

En los pacientes con diagnóstico de esquizofrenia, la presencia de conducta violenta se estableció en base a la existencia de condenas por crímenes violentos (abuso sexual, homicidio involuntario, agresión o asesinato). En el caso de la población general, se utilizaron indicadores relacionados con las conductas de agresión violenta como la presencia de aspectos antisociales psicopáticos, así como rasgos de personalidad relacionados con agresión u hostilidad.

Según el estudio, la probabilidad de convertirse en un adulto violento y agresivo se incrementaba de forma significativa en todos los grupos analizados que mostraban un factor de alto riesgo como mínimo. A medida que se añadían factores de riesgo, la probabilidad aumentaba de manera escalonada. En los individuos que presentaban tres o más factores de riesgo, el riesgo de presentar actitudes agresivas y violentas en la edad adulta se multiplicaba hasta diez veces. En conclusión, la expresión de la agresividad en la edad adulta está relacionada con la exposición a múltiples factores de riesgo en la niñez o la adolescencia, apuntan los autores. Además, y de manera importante, este riesgo sería independiente de la existencia de un trastorno mental previo en el individuo.

El nuevo trabajo investigador también identificó en un subgrupo seleccionado de 142 individuos que los individuos caracterizados como de alto riesgo ambiental presentaban niveles más elevados de RNAm de la histona-deacetilasa1 (HDAC1), un mediador de procesos epigenéticos. Este descubrimiento abre nuevos interrogantes sobre el posible efecto de la huella epigenética —los efectos de las condiciones ambientales sobre la expresión génica— en el desarrollo de perfiles violentos en la edad adulta.

El nuevo estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry subraya la necesidad de impulsar medidas de tipo psicosocial que mejoren las políticas de prevención contra la violencia en toda la sociedad. Ante este reto, es preciso desarrollar estrategias de intervención psicosocial desde edades tempranas que implican la participación y el compromiso de familias y de los agentes sociales (educadores, etc.).