El consumo de alcohol es un hábito social tolerado, y hasta gratificante, si se hace con moderación. Pero si se traspasa la frágil barrera que lo separa del consumo abusivo, la persona cae de bruces en la anónima red del alcoholismo, una dura adicción con graves consecuencias para la salud de los afectados y su ámbito familiar y laboral.

En Castelló, la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados Alameda (Araca), se afana desde 1997 en ofrecer ayuda a los alcohólicos y rescatarlos de esta grave adicción.

La entidad solidaria está presidida desde 2002 por Manuel Blasco Borja. «La entidad surgió oficialmente en 1977, aunque en 1973 un grupo de personas ya comenzó en un centro de Valencia, ubicado en la calle Alameda, las primeras terapias de autoayuda», explica.

Blasco, que ejerce su labor de manera altruista al igual que resto de siete miembros de la junta de la entidad, señala que, en la actualidad, Araca cuenta con 1.200 socios. «Desde el inicio de la crisis, cuando cayeron las subvenciones públicas, pagan una cuota inicial de 50 euros, más otros 15 mensuales, y ello incluye todos lo servicios que presta nuestro centro de día», comenta.

Blasco resalta que, con toda seguridad, hay muchas personas que tienen problemas con el alcohol y que nunca han acudido a centro de rehabilitación. «Es una enfermedad reconocida por la OMS. Una persona es alcohólica cuando no domina su consumo, y no sólo diariamente. También hay gente que bebe solo los fines de semana, pero esos dos días lo hace manera abusiva y continuada. Esa persona tiene un problema de alcoholismo», razona.

El presidente comenta que los efectos del alcoholismo son variados, tanto el ámbito de la salud, como en el entorno socio-laboral del afectado. «Hay muchos grados de alcoholismo. En el apartado de la salud lo más común son las inflamaciones hepáticas. En general, todos tienen problemas con la familia y amigos, y en el apartado laboral depende de la ocupación del afectado»,dice.

Blasco apunta que la facilidad de acceso al alcohol y la tolerancia social es una puerta de entrada al alcoholismo. «Pero tampoco tenemos que ponernos radicales, porque hay muchas personas que saben disfrutar del alcohol y beben con moderación. Eso es lo perfecto».

No obstante, el presidente de Araca echa en falta campañas más radicales, como por ejemplo las desplegadas con el tabaco, para alertar a la población de las consecuencias del alcoholismo. «Tiene que haber campañas más agresivas, como las del tabaco, con los impactantes mensajes que acompañan a las cajetillas. En el alcohol no hay esos mensajes y, posiblemente, su consumo abusivo tenga las mismas consecuencias sanitarias. Y hacer hincapié en los jóvenes. Se bebe a edades muy tempranas y quizá un 20% de los jóvenes que practica botellón acabará teniendo problemas con el alcohol».

Araca cuenta con una nómina de personal de seis trabajadores, entre ellos tres profesionales de la psicología y una trabajadora social. La entidad tiene un centro de día que el pasado año atendió a 111 personas, de ellas un 26% mujeres. Un 63% de los usuarios van acompañados por familiares y un 93% de los que acuden se implican en la fase inicial del tratamiento. El perfil de las personas que trata el centro es el de un hombre de unos 40 años.

Blasco señala que Araca apuesta por la tolerancia cero en el consumo de alcohol: «En otros centros abogan por una terapia gradual. Nosotros no permitimos ni la cerveza sin alcohol».

El presidente subraya que es difícil que un alcohólico llegue a rehabilitarse por completo, pero sí lograr que vuelva a un consumo controlado. Y para este objetivo, Blasco indica que período medio de tratamiento es de un año y medio. «A las personas que, a juicio de los profesionales, han superado la adicción sin recaídas se les concede la R de rehabilitado», asevera.

Blasco pone el acento en las dificultades económicas del centro, que ha pasado de 40 a 30 plazas concertadas, y lamenta la caída de las subvenciones: «Hace ocho año recibíamos 120.000 euros del concierto de Sanidad, y en 2017 fueron 79.000». «Mensualmente ingresamos, incluidas las cuotas, unos 9.000 euros, y sólo el coste de las nóminas asciende a 10.000 euros. Ante el descenso de las ayudas, tenemos buscar vías alternativas para equilibrar las cuentas», concluye.