En ocasiones leo foros. Confieso que dedico más tiempo a analizar las opiniones de los intervinientes que a objetivar la noticia que las suscita. A Pedro Sánchez le han ninguneado tanto que ahora que se ha encontrado en una cúspide ejecutiva imprevista, necesita hacerse querer de más para compensar tanto desamor acumulado, en particular por los que enarbolaban, y lo siguen haciendo, sus mismas siglas ideológicas. Quizá, solo quizá y en coordinación con la Generalitat Valenciana, por esta necesidad de loas y de piropos, Sánchez haya hecho de su pronto, orden para acoger a la embarcación del oprobio, ese Aquarius apestado, uno de tantos continentes de exilios forzosos, solo que debido a lo masivo de este y a la cerrazón de Italia, el gesto se amplifica porque, además, España ha salvado del tambaleo migratorio a una maltrecha UE en un asalto en el que la campana tardaba más de tres minutos en sonar. Desconozco cuánto tiempo le costará aflorar al verdadero Pedro Sánchez, el mismo que ha merodeado cien veletas, ese que ahora levita sobre nubes de optimismo extraparlamentario, el que aspira a ser a la vez Sísifo y piedra, pero hasta el momento el sosias está superando mis expectativas. Celebro continuar equivocado de augurios.

No pocos de las reacciones vertidas en los foros me provocan un sentimiento íntimo de desolación por pertenecer a la misma especie que los energúmenos intelectuales que los perpetran. Manifestaciones de rechazo frontal hacia la medida, aportaciones trumpianas del estilo de España first, alusiones al riesgo del efecto llamada, menciones nostálgicas a VOX, invocaciones a la pronta recuperación del PP para que de nuevo imponga su tesis migratoria basada en sumergir la conciencia en la arena del auténtico supremacismo que no es sino creer, y querer, que las patrias del presente devengan eternas, puras, hidalgas y vibrantes, condenando, por hereje, a la tectónica de placas de pueblos que mutan y aspiran a tener falla propia.

Un odio ilimitado hacia el nacionalismo impregna numerosos de los mensajes, máxime cuando se hace público que Colau, Urkullu y los navarros se han ofrecido también para acoger a una cuota de inmigrantes; predisposición que no se ha observado en ninguna de las comunidades gobernadas por el PP, pero el mensaje de una mayoría de foreros sigue apuntando a la línea de flotación de un nacionalismo con el que uno simpatiza porque ya hace mucho tiempo que descubrió que esta España tan española me causa el repelús insatisfecho de lo gomoso, el mismo que destiñe una bandera a la que percibo, sin esconder mi subjetivismo, como símbolo continuista de algo menos que un país libre.

No se puede soslayar que el gesto de Sánchez solo es eso, un gesto, un arranque de solidaridad visceral que parchea una anécdota de ignominia mediterránea con un extra de publicidad tan necesaria para un recién llegado, pero el avispero africano sigue eyectando desarrapados en busca de un horizonte somero de luz blanca y favorecedora, un norte europeo digno al que tender que les evite una comparecencia en este mundo auspiciada por el hacinamiento y la ausencia de oportunidades, pero el determinismo geográfico sigue constituyendo una ruleta de fortuna o infortunio, según meridianos. Mientras África se expande hasta límites inimaginables en lo demográfico, Europa se blinda, se extirpa los audífonos de socorro y eleva sus muros defensores ignorando que un día se asentaron en aquella tierra de negros sometidos para explotarla sin recatos.

Suelo ser cauteloso con las proyecciones de futuro porque este suele estar plagado de imprevistos, pero las que oficializan la demografía africana no invitan al optimismo. Citaré solo un país, Nigeria, en la actualidad 190 millones de habitantes y que en 2050 se estima pueda llegar a los 390, habida cuenta de la amplitud de la base de su pirámide demográfica. Solo con que las proyecciones se cumplan en su mitad, el excedente de sapiens del tradicionalmente conocido como continente negro va a infligir una presión migratoria implacable hacia el norte abundante, impelidos por el hambre, por el ansia o por la necesidad de dejar de vivir en un gueto geográfico insuficiente para contener a tantos sin conflictos. Y si una madre saheliana no repara, hoy, en montar a su hijo en una patera aun a riesgo de ahogamiento para que pueda gozar de un mañana esperanzador, cuando miles, millones de madres florecidas se encuentren con hijos sin futuro, van a seguir operando del mismo modo porque el deseo de mejorar las condiciones de vida está incorporado en el patrón evolutivo de los seres humanos.

Si Europa fue capaz de dejar los escrúpulos de lado y adueñarse de África, parece razonable que ahora intervenga con políticas duales destinadas a provocar desarrollo a la vez que en evitación de futuras migraciones masivas que amenacen su estabilidad económica, social y estratégica sin recurrir al exterminio, como ha venido ocurriendo a lo largo de la historia cuando lo excesivo ahoga, cuando los fuertes quieren seguir preponderando sin estorbos.

Si escribo que la solidaridad sanitaria de los estados desarrollados en la crisis del Ébola solo se debió al miedo de que un mundo globalizado pudiera infectarse a la vez que África, quizá esté llevando demasiado lejos mis suspicacias y mi reputación de escéptico, pero ya no lo voy a retirar.

Cuando termino, la noche ya se extiende sobre las aguas italo-maltesas o viceversa donde el Aquarius espera confirmación de ruta hacia Valencia, con un archipiélago de cuerpos contiguos expeliendo humanidad y preguntándose por qué a nosotros, qué delito hemos cometido naciendo negros, africanos y pobres. Alguno todavía habrá que le rece a algún dios inventado por humanos avanzados, pero de momento solo una versión politizada de mesías que atiende Pedro Sánchez ha aparecido generoso al otro lado de las súplicas.