El verano, con el inicio de sus calores, nos ha traído a los valencianos el segundo alumbramiento de una televisión autonómica reminiscente de aquella que conocimos como Canal Nou y que la actual responde al título de " À ." acrónimo inventado por un personaje particular y acreditado en los medios de comunicación españoles entre los que se mueve como pez en el agua, así de entrevistador repreguntador como en calidad de jurado experto y borde en programas digamos de entetenimiento. Responde al nombre de Risto Mejide y es muy bueno en lo suyo.

La de "Á." no gustará a todos, pero uno está seguro de que al tal le debe haber caído por el invento una pasta gansa. La televisión valenciana, que originariamente nació - eso nos hicieron creer- con el fin de ayudar en la vertebración del País Valencià, acabó siendo un instrumento vergonzoso en las manos de los políticos con poder en la Comunitat Valenciana, que lo utilizaron desvergonzadamente en su propio beneficio, entendido este en la cantidad de minutos por hora que salía el careto del Molt Honorable President de la Generalitat todos los días, tanto si venía a cuento como si no. Cuando excepcionalmente llegó a la Presidencia del Consell Alberto Fabra se encontró con que "Canal 9", además de una audiencia miserable, se había transformado en un agujero negro que no parecía tener solución. Aquello era una ruina y Alberto Fabra cortó por lo sano, lo que particularmente entendí como la única solución posible. Que ahora la haya recuperado el Gobierno que preside Ximo Puig puede ser una vuelta a sus orígenes, con el riesgo, alto, de volver a las andadas.

Cada vez que cambiaba el Gobierno de la Generalitat, el nuevo inquilino multiplicaba por dos el personal, de modo que los profesionales que llegaban ocupaban los puestos de trabajo, mientras los hasta entonces servidores vagaban por los pasillos, y así una y otra vez. La corrupción se había consolidado en el ente de tal modo que hasta la llegada del Papa a València sirvió para que muchos se "emborracharan" de millones de euros sin mover una ceja, supuestamente, claro. La otra gran operación, entre otras muchas, resultó ser la programación de una emisión particular y semana tras semana, en la que un grupo de periodistas llegados de Madrid, realizaban un programa de entrevistas, a todo lujo de detalles y cobrando un pastón. Como contrapartida, esos mismos advenedizos estaban obligados, también supuestamente, a atender con mimo a los políticos valencianos con mando en plaza cuando estaban de visiteo en la capital del reino. Si eso no era también corrupción, que baje Dios y lo vea.

El riesgo a considerar es que el invento vuelva a las andadas, porque efectivamente el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Canal 9 fue la expresión más rotunda de lo que puede dar de sí un instrumento en principio útil para la ya mencionada vertebración del País Valencià pero cuya realidad mostró la utilización más abyecta posible. No fue "Canal 9" la única radiotelevisión pública y autonomista a beneficio de los políticos con cargo, pero probablemente sí la más pervertida.

El MoltHonorable, Ximo Puig, tiene un par de razones o más para revertir la situación. Primero para hacer honor a su condición personal de honorable, de lo que hasta el momento no tenemos duda alguna; después, porque con su formación periodística está obligado a la deontología profesional que le es exigible; finalmente, porque una vez conocido el riesgo que corre, deberá actuar en consecuencia como responsable principal que es, y exigir a sus colaboradores una honradez como la propia y atento a que no le metan un gol por la escuadra, que artilleros dispuestos a montar un pollo haberlos, los habrá, sin duda alguna, y la primera decisión deberá ser desprenderse de ese equipo que seguía al Presidente en todos y cada uno de los actos en que deba participar.

Una radiotelevisión autonómica tiene el debe de cuidar esmeradamente de la industria que le es propia, que para eso está. València dispone de empresas ajenas al ente que pueden colaborar de manera eficaz, imaginativa, altamente profesional y solvente. No tendría sentido alguno acudir al mercado ajeno, puesto que profesionales de considerable talento existen, así actores como actrices, y alguna muestra han dado en colaboraciones anteriores y ejemplos hay para todos los gustos. Todo el mundo tiene derecho a aportar realizaciones de calidad, pero se está ante el deber de acudir al mercado propio. Los valencianos somos gente imaginativa, con extraordinarios guionistas capaces de llevar a cabo cualquier intento y conviene al sentido común procurar puestos de trabajo en una industria difícil. No se trataría, en cualquier caso, de vetar a nadie o de menospreciar cualquier producto foráneo con calidad contrastada, pero mientras lo podamos hacer nosotros, es un deber establecer prioridades. Ahí fuera hay hombres y mujeres con talento que necesitan puestos de trabajo y sin caer en la tentación de cualquier actitud monopolista, conviene al sentido común potenciar lo que tenemos, que es mucho.

Larga vida pues a "Á." a condición de no confundir el culo con las témporas. Y el idioma: cuantas más horas sean realizadas en la lengua propia, mejor que mejor, sin menospreciar a los castellanoparlantes de la comunidad que también tienen sus derechos.