Estos últimos días vengo haciéndome una pregunta: ¿Cómo es posible que después de cuarenta años la derecha española todavía siga defendiendo el legado de la dictadura de Franco? Se puede entender que los nostálgicos del dictador se aferren a su figura y a los símbolos de la dictadura, como una manera de sobrevivir a los recuerdos de un patriotismo ramplón que desfilaba al Paso de la Oca marcado desde el Palacio del Pardo. Pero que Partidos que se definen democráticos estén impidiendo el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica y defendiendo los símbolos franquistas que aún quedan en España, dice mucho de las carencias que tiene esta democracia, sobre todo por el ala derecha del espectro político, que ni siquiera es capaz de responder con contundencia, democrática eso sí, a los resabios de la dictadura que todavía quedan entre nosotros.

Viene esto a cuenta de la polémica que ha surgido en Castelló por el derribo de algunas cruces franquista en localidades como la Vall d´Uixó o la capital. Polémica alimentada por la derecha provincial, que dice bien poco de la calidad, como demócratas, de algunos de sus representantes. Porque defender, como lo están haciendo algunos dirigentes del Partido Popular y de Ciudadanos en Castelló, la permanencia de símbolos ofensivos para la democracia en localidades de la provincia, es alimentar el sueño, para algunos y quizá para ellos, de que la dictadura todavía está entre nosotros al hacernos rememorar día a día la España de las montañas nevadas y banderas al viento, como un pasado del que todavía se puede reivindicar algo.

Decir que para no revolver viejas heridas, es mejor que las cruces en honor de los caídos por Dios y por España, deben seguir en las plazas y los parques, es torticero, porque las heridas siguen abiertas y no se cerrarán hasta que esta derecha, cada vez más ultramontana, deje de defender el franquismo y de poner palos en las ruedas de la memoria histórica. Es una demagogia cuando se dice que los símbolos de la dictadura deben estar ahí para que nunca la olvidemos. Donde tiene que estar la dictadura bien explicada, con rigor, es en los libros de texto o de historia, pero no en las calles, porque una cruz de los caídos,, por mucho que se la haya querido lavar la cara, no es un recuerdo del pasado, sino una exaltación del franquismo y su régimen fascista. No hay ningún país democrático que no haya eliminado de sus callejeros y de sus plazas, cualquier vestigio que rememorara el fascismo que imperó en algún momento de su historia. Sin embargo, en España seguimos obligados a vivir con ello.

Pero lo que más vergüenza ajena produce, es que algunos dirigente del PP y de CS hayan decido utilizar la defensa de los símbolos franquistas como arma arrojadiza electoral. Eso nos da una idea de la talla política de algunos de ellos (estoy seguro que tanto en un partido como en el otro hay dirigentes que deben estar sonrojados por la torpeza política a la que estamos asistiendo), que incapaces de hacer una oposición digna de tal nombre, no tienen empacho en agarrarse a Franco, para justificar su acción política. Triste que sea así, y que no se den cuenta que, con sus acciones, están alimentando un monstruo dormido en España durante décadas. Si es que ellos/as no son miembros activos de ese monstruo.

Las cruces de la Vall d´Uixó y Castelló, como otras tantas, por mucho que se les cambie el nombre o se quiera presentarlas como monumentos a la reconciliación, no dejan de ser símbolos que la dictadura puso allí para recrear su poder y recordar a quien quisiera oponerse a ella, que la guerra contra el rojo no había terminado. Además, es un recuerdo demasiado explícito de la empática colaboración que tuvieron la Iglesia y la dictadura, y eso en una sociedad democrática y aconfesional no se puede tolerar. Por eso las cruces deben desaparecer y si se quiere hacer un monumento que recuerde a las víctimas de todos los terrorismos, de todas las violencias, que se haga, pero que sea un monumento democrático y no nos recuerde un tiempo gris y demasiado dramático para millones de españoles, excepto para la derecha empeñada en defenderlos.