La calle es dura, e incluso dramática, para un individuo con una adicción grave (drogas y alcohol). En el espacio público, los derechos básicos (salud, servicios sociales y empleo) de estas personas acaban evaporándose. En Castelló, el colectivo tiene una segunda oportunidad para recuperar su identidad y sus derechos en el CIBE (Centro de Intervención de Baja Exigencia). El centro ofrece atención sociosanitaria continuada con el fin de disminuir los daños y riesgos asociados al consumo de drogas.

El CIBE de Castelló comenzó su andadura en 1997. «Fue el primero de la Comunitat Valenciana y, además, el único que cuenta con albergue asociado», comenta la directora y trabajadora social, Belén Sánchez. «Es un centro de reducción de daños, donde atendemos a personas con un doble problema: una adicción grave, al alcohol o drogas, y una situación de exclusión importante», añade. Subraya que el 80% de las personas que recurren al centro están, igualmente, en situación de sin hogar.

El centro, gestionado por la Fundación Salud y Comunidad, se financia con fondos públicos aportados por las conselleries de Sanidad, de Igualdad, el ayuntamiento, la diputación y el Ministerio de Asuntos Sociales.

Belén señala que el pasado año el CIBE ofreció asistencia a unas 300 personas, una media de 40 al día. Un 75% son hombres, de unos 40 años.«No hay filtros. El acceso es directo. La persona que llega se le hace una entrevista y se valora si cubre los criterios de adicción y exclusión. Las personas sin techo pero sin adicción las derivamos a otros recursos», explica.

Sánchez destaca que el centro oferta una atención integral, desde la atención sanitaria, social y psicólogica a la cobertura de las necesidades básicas: cuatro comidas al día, acceso a una ducha, lavandería, consigna y descanso nocturno. El centro tiene 14 plazas para pernoctar. «Trabajamos individualmente con cada persona, y el tiempo que necesite cada uno. A las diez se reparten las camas, y tienen prioridad las personas con patologías más graves», asevera.

A estos servicios básicos el centro añade otras actividades complementarias, entre ellas, intercambio de jeringuillas y material higiénico para consumo, pruebas rápidas de VIH y hepatitis C, campañas de vacunación, talleres y búsqueda de vivienda y de empleo.

Sánchez resalta las dificultades de una persona con una adicción aguda y sin hogar. «En la calle pasan mucho miedo, porque reciben rechazo y les cuesta utilizar los servicios básicos». «Este centro les genera un espacio de seguridad y el acceso a cubrir esas necesidades básicas», añade. «La personas que llegan aquí empiezan a sentir que forman parte de algo. Notan que vuelven a tener nombre y apellidos, a ser un persona con derechos y con gente que les da compañía y seguridad».

La directora remarca que el horizonte de trabajo del CIBE se centra en dos cuestiones: la salud y los derechos. «Cuando una persona se queda en la calle pierde el padrón y, en cascada, el resto de derechos, como asignación de médico, de servicios sociales y de empleo». «Por tanto, nuestro objetivo es devolver a esas personas sus derechos básicos y, por otro, una mirada a la salud, reducir el deterioro que sufre una persona con un consumo elevado de drogas o de alcohol. La reducción de daños es la puerta de entrada para posteriores tratamientos».

En cuanto al nivel de éxito del programa, Sánchez comenta que en el apartado de acceso a los derechos básicos es del cien por cien. «Todas las personas que llegan aquí recuperan el padrón y con ello la tarjeta sanitaria y el resto de servicios sociales», dice. «Evidentemente, una personas con una grave adicción y en una situación de calle no pasa de la noche a la mañana a tener una vida normalizada. Esto es un proceso gradual», razona.

La directora lanza un mensaje sobre la necesidad de reforzar la línea de reducción de daños en las políticas contra las adicciones. «Queda mucho camino por recorrer. Es necesario ordenar todos los recursos de los que disponemos para programar respuestas a largo plazo. Para que las personas logren salir de una situación tan difícil hace falta la intervención de muchos agentes y prolongada en el tiempo».

«De la situación de adicción y sin hogar se puede salir. Tenemos la experiencia de personas que lo han conseguido, pero eso sí, con ayuda y apoyo», concluye Belén Sánchez.