En la plaza Mayor solían terminar todas esas manifestaciones que reclamaban dignidad para el Club Deportivo Castellón, cuando el futuro pendía de un hilo. En la plaza Mayor se reunían los aficionados de manera espontánea en los días de mentiras cruzadas que anticiparon el descenso administrativo a Tercera, sin saber muy bien qué hacer, durante toda esa infamia de 2011. En la plaza Mayor se instalaron puestos para recoger firmas, se concentraron incluso los jugadores para exigir soluciones.

En esa misma plaza un joven Jordi Marenyà se juntó con la afición para pedir una salida, para negarse a la refundación y mantener el club con vida. Lo hizo junto a ese grupo de canteranos -Aarón Torlá, Rubén Jiménez, Marc Trilles, Álex Felip, Joel Sánchez, Julián Bermúdez, Marc Cosme...- cuya increíble firmeza resultó fundamental para salvar a una entidad, el Club Deportivo, que avista ahora optimista y feliz el centenario cercano, y que ayer celebró en el corazón de la ciudad, en esa misma plaza Mayor, un ascenso tan anhelado como necesario.

Y ese mismo Marenyà, el superviviente, asomó pelado y sonriente en el balcón del ayuntamiento, capitán del equipo de Sergi Escobar, representante de todos aquellos que se esforzaron alguna vez por sacar al Castellón del pozo. Marenyà recordó esos momentos para valorar lo conseguido. «Disfrutad el momento», dijo.

Eso está haciendo el albinegrismo desde el triunfo sobre el Portugalete. El pitido final del árbitro marcó el inicio de las celebraciones, que alcanzaron su punto álgido a la sombra del Fadrí. Muchos niños, muchas familias y muchas generaciones reunidas en torno al equipo. Varios miles de aficionados llenaron la plaza Mayor. Con algo de retraso llegó la expedición, recibida por la alcaldesa Amparo Marco, el resto de la corporación municipal y las reinas de las fiestas. Hubo fotos en la escalinata y fotos en el salón de plenos. Allí la alcaldesa subrayó su compromiso con la entidad, y recordó la futura inversión de un millón de euros para adecentar el estadio municipal.

«Castalia es vuestra casa», añadió, «y allí seguiréis jugando». Marco se dirigió a la plantilla: «No olvidéis nunca las dos mejores cosas que tenéis en la vida. Una es la familia, la otra la suerte de jugar para esta gran afición. Seguro que hay equipos mejores, en Primera o en Segunda, pero en ningún sitio encontraréis una afición mejor».

El balcón

El presidente Vicente Montesinos era lógicamente un hombre feliz. «Estamos donde queríamos», dijo, «hace un año iniciamos un proyecto ilusionante y entre todos hemos conseguido poner a la ciudad en el mapa, no por líos sino por demostrar que somos un pueblo que ama su identidad», a través del Club Deportivo.

Fuera en la plaza la gente se impacientaba, deseando ver ya a los jugadores sobre el balcón. El entrenador Sergi Escobar recordó estar allá abajo, «como un aficionado más», en el ascenso de 2005, y agradeció el apoyo de la afición, que es «el mayor patrimonio que tiene este club». También asomó la alcaldesa, que acalló algunos pitos al recordar que ya dijo hace años que «la plaza sería albinegra o no sería», y acordarse del socio número 1 de la entidad, Antonio Colomina, ingresado en el hospital.

La fiesta continuó de la plaza al balcón y del balcón a la plaza: cánticos, palmas y bufandas y banderas al viento. El orgullo de una ciudad. Días felices para los albinegros.