Nadie mejor que ellos para ser los salvadores del CD Castellón. Dos futbolistas que se formaron en la cantera albinegra, que sienten los colores desde muy niños y que siempre han alardeado de sus orígenes. Pablo Hernández (Castelló, 1985) y Ángel Dealbert (Benlloc, 1983) decidieron invertir su tiempo y su dinero en salvar al club de la capital de la Plana. Fue una decisión difícil y muy meditada con sus familias, pero su llegada aportó un aire nuevo en el entorno de la entidad de la capital de la Plana. Ningún aficionado dudaba de las intenciones que podían tener los dos futbolistas -todavía en activo- y todo el mundo creyó con firmeza en el proyecto que pusieron en marcha junto al empresario castellonense Vicente Montesinos y el exdirector general del Valencia CF, Jordi Bruixola, quien ya había ejercido de director general albinegro en la época de David Cruz en la presidencia.

Aquella primera vez le sirvió a Bruixola para ver el gran potencial con el que contaba el Castellón, comprobar de primera mano la situación económica que había y empezar a mover hilos para que los dos reconocidos jugadores, muy vinculados al club pese a no militar en él desde hacía años, apostaran por sacarlo adelante.

Fue en junio de 2017 cuando el grupo 'Capital Albinegro' accedía al consejo de administración del Castellón y se hacía con el control del mismo, ejerciendo Montesinos de presidente. Pablo Hernández, uno de los referentes del Leeds United, y Ángel Dealbert, que acababa de finalizar su vinculación con el CD Lugo en Segunda División, se convirtieron entonces en centuriones, en la imagen de un club vivo y por el que precisamente ellos iban a desvivirse. Y todo con el fin de subsanar algunos de sus problemas económicos, ponerlo al día y tratar de sacarlo del pozo de la Tercera División. Dicho y hecho.

A base de mucho esfuerzo y sacrificio hicieron los pagos más inmediatos para que el club no desapareciera y formaron una plantilla con la que pelear por el ascenso a Segunda B. Ahora que ha pasado el tiempo se ha visto cómo el trabajo ha dado sus frutos y el equipo ya no solo ha subido un peldaño deportivo sino que, además, ha logrado reducir considerablemente la deuda y ya no ve peligrar su futuro.

Pablo Hernández y Ángel Dealbert sabían de primera mano lo mucho que la afición había dado por el Castellón y querían devolverlo a donde se merecía. Del Bovalar al césped de Castalia y de ahí a los despachos para lograr reflotarlo. Sabían lo que era sentir el aliento de la hinchada castellonense en los buenos y en los malos momentos en su época de jugador, y no podían dejar que el club de sus amores muriera.

Ángel Dealbert se las conocía todas en el Castellón. Jugó en Tercera y Segunda B, y vivió en primera persona las mieles del último ascenso a Segunda. Tan involucrado estaba en el nuevo proyecto que incluso renunció a marcharse de nuevo al extranjero -jugó en el Kubán Krasnodar ruso y en el Baniyas árabe- y decidió volver a vestirse con la albinegra para aportar su experiencia al equipo. Ha sido el «jefe infiltrado». Por su parte, Pablo Hernández, con residencia en Inglaterra, ha delegado en su padre, Alfonso, pero ha seguido desde la distancia el gran éxito logrado.