Hoy entramos en el ecuador del año y lo hacemos con los deberes cumplidos, o al menos así quedó evidenciado este viernes durante el Debate sobre el Estado del Municipio. Tres ediciones hemos celebrado ya de esta sesión que radiografía la situación de Almassora -antes no había debate ni ordenanza de transparencia, lo de fiscalizar al equipo de gobierno era menos fácil-. La oposición dice que en 20 o 25 minutos de intervención no tiene suficiente para enumerar todo lo que queda por hacer o se ha hecho mal. Yo opino lo mismo pero porque me falta tiempo para poner de relieve todas las mejoras ya ejecutadas y la transformación real que vivimos.

Cada uno es libre de hacer la política que considere y dar la importancia que estime oportuno a la agenda municipal. Pueden, por ejemplo, criticar que falta accesibilidad en nuestras calles pero entre el año pasado y éste hemos rebajado aceras en la extensión que ocuparían dos campos de fútbol. En años anteriores no podríamos hablar de campos de futbol, más bien de futbolines. Así estaba la Almassora que heredamos.

Pueden centrar también el debate sobre la conveniencia de seguir pagando el «bou del poble». Llevan tres años con el mismo discurso y pueden mantenerlo hasta el fin de los días, pero llama la atención que nos reprochen falta de nuevas ideas (que no lo son, es que estamos convencidos de que se gasta el dinero donde quiere la ciudadanía) mientras su discurso sigue siendo el mismo de 2015 y anteriores.

O también me sorprende que pierdan esos minutos del debate, que consideran escasos, para criticar el gasto en publicidad institucional. Al PP le parece mal la del equipo de gobierno de Almassora pero le parece estupenda la de la Diputación de Castellón. ¿Promocionar la apertura de la piscina provincial se les antoja necesario y, por ejemplo, la Ruta de la Tapa de su pueblo no? Ese doble rasero no se entiende en mi equipo. Sus compañeros de bancada en la oposición también piden llegar más a la ciudadanía con publicidad, pero con tarifas más bajas. Cuando se sientan en el salón de plenos son un poco arquitectos, un poco ingenieros y un poco comerciales, pero sin titulación.

Con este nivel de política municipal no es baladí que olviden el salto estratosférico que se ha producido (y sobre todo el que se verá el año que viene y sucesivos) gracias a dos programas nuevos: Edusi y Edificant. Ayudas europeas y autonómicas, respectivamente. Sí, pero como les explicó el portavoz socialista, Santiago Agustí, este viernes, no serían posibles sin el trabajo incansable de políticos y funcionarios (los mismos a los que el concejal Sergio Manrique, que ya no representa a ningún grupo político pero no se va, acusa de pasarse el rato almorzando).

Tanto la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible Integrado (Edusi) -5 millones de ayudas de la Unión Europea- como el plan Edificant -17 millones de la Generalitat Valenciana para reparar y construir colegios- requieren de proyectos, licitaciones y una burocracia inmensa a la que hacemos frente desde Pere Cornell aunque a ellos les parezcamos mediocres o vagos.

Para serlo, somos también el único equipo de gobierno que ha conseguido una suma de dinero de este calado en la historia de Almassora. Ahí están los números: 22 millones de euros, los mismos que tiene el presupuesto municipal de un año, para construir el colegio Santa Quitèria que iba a desaparecer, levantar un nuevo Embajador Beltrán, abrir el carril bici que nunca llegó a Almassora pese a que hace décadas que vemos bicis en nuestras calles, usar energía de bajo consumo donde ahora se va una factura inmensa o seguir ampliando esas aceras para que en unos años no hablemos de dos campos de fútbol, sino de accesibilidad 100 %.

Y no me olvido del Regina Violant, también formó parte del debate. Que no pueda entrar en el programa Edificant porque su proceso ya estaba abierto no significa que deje de ser el colegio que tiene que construirse primero. A la comunidad educativa se lo he dicho en persona, a la Conselleria de Educación también y en la oposición saben perfectamente que la Generalitat tiene el dinero para ejecutarlo y que la barrera de la licitación es el último obstáculo.