Tratamos el domingo pasado (y fuimos los únicos) sobre algunas de las huellas urbanas que persisten del viejo Castelló liberal. En un lugar preeminente se halla el Obelisco el Parque de Ribalta, el monumento a la libertad que el ayuntamiento dedicó a sus héroes de 1837. Desde luego, no puede haber mejor homenaje a los vecinos que resistieron el sitio al que los sometió el absolutismo que contemplarlo en su emplazamiento histórico, algo que no sucedió durante más de 40 años, a lo largo de toda la dictadura franquista. Es por ello que algunos echamos en falta, ahora que se cumplen 80 años del derribo que perpetraron los requetés tradicionalistas, precisamente los continuadores del bando carlista que fueron derrotados en los «Tres Días de Julio» pero que, al fin, ganaron una guerra.

Y es que la «recerca» de la memoria histórica -al menos así lo pensamos desde esta sección nemotécnica, debería hacerse extensiva a un episodio tan significativo como el citado. Más si atendemos que en los años de la posguerra, los castellonenses que respetaban el recuerdo de aquel pasado orillaron el espacio donde estuvo ubicado el monolito, como muestra de veneración privada hacia lo que había representado para todos. Tampoco tendría que ser ajeno el actual consistorio, pues era el ayuntamiento quien llevaba en procesión, en coche de caballos, a los cuatro vecinos de mayor edad que habían sobrevivido al hecho fatídico. Y, en la medida que éstos iban falleciendo, eran reemplazaban por otros, los más longevos de Castelló, que igualmente saludaban desde el landó al público que los aclamaba.

En cambio, en estos mismos días del mes de julio, las autoridades presentes únicamente han considerado dos hitos dignos de ser celebrados. A saber. El fin de semana se reabrió el refugio antiaéreo «Fermín Galán» de la plaza Tetuán, la primera «pieza» del futuro museo de la ciudad (MuCC). La inauguración contó con la participación de las autoridades municipales y autonómicas que expresaron su compromiso en «dignificar a les víctimes de la Guerra Civil i contar sense vergonya la nostra història», según se proclamó allí mismo, a 13 metros bajo tierra. Por otra parte, también se celebró Sant Cristòfol, patrón de la capital de la Plana que, año tras año, permite a los conductores renovar la bendición de sus vehículos en una suerte de ITV apostólica. Como se ve, hoy no queda rastro de aquellos coches de caballos de antaño, ni de los excombatientes de las otras guerras civiles.