El FIB suele ser tan grande que no te lo acabas, y la XXIV edición del festival, que ayer cruzó el ecuador aún con los ecos de la multitudinaria actuación de The Killers el viernes, no es una excepción. El Festival Internacional de Benicàssim está moldeando además una doble velocidad. La que domina la tarde, un gigante que se levanta de la siesta, remolón; y la que atraviesa la noche hacia la madrugada, un relampagueante frenesí repleto de estímulos. Ahí gobernaron anoche los seminales Pet Shop Boys, que convirtieron la explanada del escenario principal en una gigantesca pista de baile. La versatilidad del dúo inglés es incuestionable: vienen de tocar en Marbella y la semana que viene afrontan cuatro noches seguidas en el Royal Opera House de Londres.

El FIB, como Pet Shop Boys, nació para borrar prejuicios, pero es más que nunca, ahora, víctima de ellos. Abunda evidentemente el público británico, tanto o más que el nacional, pero el festival sigue siendo algo más que un parque de atracciones para alérgicos a la protección solar y amantes del balconing. El FIB no es Magaluf porque aún es capaz de programar tardes como la de ayer. No hubo un solo grupo británico sobre los escenarios hasta que The Kooks pisó Las Palmas al borde de las diez de la noche. Entonces sí: The Horrors, Giggs, los mentados Pet Shop Boys y Belle & Sebastian asomando en las previsiones de la madrugada, con el fiber mirando el cielo por la alta probabilidad de lluvia que dictaban las previsiones. Pero antes lució el sol y Benicàssim fue otra cosa, algo similar a eso que los puristas llaman el FIB de siempre.

El escenario principal lo abrió la banda barcelonesa Holy Bouncer. Le siguió el combo madrileño de Los Punsetes, la batalla entre ruido y melodía de toda la vida. En el secundario asomó el primero el castellonense Junior Mackenzie, arropado con banda. La sesión vespertina mostró un certero menú degustación del estado actual de la música nacional, una constante en el FIB, ayer con más meseta que periferia: Madrid aportó a Fario, Toundra, Venturi y Zazo & Gxurmet, la pugna de hoy en día entre la guitarra y el trap; Barcelona sumó a Agost, los ganadores del proyecto Demo, y Navarra a Melenas. El toque foráneo lo aportó, desde Bélgica, Oscar & The Wolf.

En equilibrio

Ese equilibrio entre lo propio y lo foráneo, entre lo nuevo y lo de siempre, ha alumbrado la recuperación del festival en los últimos años. En el recinto estos días se habla más de futuro que de pasado, una noticia estupenda para un festival veterano y tendente a retozar más de la cuenta en la charca de la nostalgia. El fiber espera grandes cosas del 2019, el año del XXV aniversario. Por lo pronto encara hoy el final de una fiesta musical de ritmo sostenido, con cabezas de cartel solventes, sorpresas emergentes y cuidada clase media. La organización esperaba unos cuarenta mil espectadores diarios, algo por debajo de la edición del año pasado.

El cierre de hoy es asimismo prometedor. Los irlandeses Hudson Taylor abren el escenario Las Palmas más guiri. Hoy sí, orgullo británico en fila: Shame, Madness, Bastille y Liam Gallagher. El pequeño de los hermanos Gallagher regresa a Benicàssim como cabeza de cartel tras la notable actuación del año pasado, donde tiró con solvencia de varios de los principales hits de Oasis. Reclamos aparte, con el broche de los franceses Justice en el grande, es la programación auxiliar la que da lustre al festival: los estadounidenses Parquet Courts, el show del canadiense King Khan, con The Shriners, los británicos Wolf Alice, la argentina Nathy Peluso, y los españoles Favx, Dorian y North State, entre otros.