Del medio millón de kilómetros cuadrados que abarca el territorio español, solo el pasado año, 176.000 hectáreas de suelo forestal fueron arrasadas por la fuerza de las llamas. Un dato escalofriante y que, como todo buen número, no engaña. En 2012, 216.000 fueron devastadas por el fuego, récord de la última década. De este verano de 2012 tenemos un fatídico recuerdo en la Comunitat Valenciana: 48.000 hectáreas fueron calcinadas entre los incendios de Cortes de Pallás y Andilla, este último con especial incidencia en el Alto Palancia. Casi 50.000 hectáreas. Para poder hacernos una idea real de su magnitud, esto corresponde al 70% de la superficie de la isla de Menorca.

Sin embargo, la cantidad de incendios forestales este 2018, de momento, ha menguado. A datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, solo se ha registrado un gran incendio forestal, ante los diez que ya se habían registrado el pasado año a estas alturas de verano. Expertos atribuyen este fenómeno a la abundancia de lluvias que han caído durante lo últimos meses. Las condiciones meteorológicas están en contra del fuego. Situación contraria es la que se vive en otros territorios europeos, como Suecia, Reino Unido o Grecia, dejando el más reciente la escalofriante cifra de 74 fallecidos y más de dos centenares de heridos.

De hecho, el colegio oficial de Ingenieros Técnicos Forestales de España advirtió ayer, en este sentido, de las deficiencias que se dan en nuestro país y que multiplican el riesgo de grandes incendios con consecuencias potencialmente catastróficas. Se refieren a la deforestación, el despoblamiento que lleva a que ya no se exploten comercialmente los bosques y al cambio climático, con veranos cada vez más calientes y secos.

No obstante, Levante-EMV ha contactado con Fernando Pradells, ingeniero de montes, Presidente de la Plataforma Forestal Valenciana y colaborador habitual de este periódico. Afirma que «el riesgo de incendio siempre es extremo en los periodos secos como el verano, el periodo mayo-septiembre siempre es muy problemático. Eso se puede ver en factores climáticos, la regla del 30-30-30, vientos de más de 30 kilómetros por hora, tener una humedad de menos de un 30% y una temperatura de más de 30 grados. Esto se da muchos días al año, lo que supone un riesgo extremo».

Los ciudadanos no podemos hacer nada por controlar las temperaturas, ante esa evidencia, Pradells sabe que «el riesgo de incendio está ahí y eso no se puede cambiar». Sin embargo, el valenciano afirma que «donde sí podemos actuar es en la gestión del territorio para hacerlo mas resiliente, que es donde sí podemos actuar los seres humanos. El incendio forestal se va a iniciar sí o sí, la cuestión es evitar los grandes incendios forestales, como los de Galicia y Portugal el año pasado y el de Grecia de esta misma semana».

En esta línea, el ingeniero concluye que «la sociedad ha dado la espalda al mundo rural y existe un abandono de las políticas activas de gestión de este. Antes, cuando el territorio rural se gestionaba, antes del éxodo rural, no había grandes incendios forestales, estamos hablando de los años 50 y 60 y el clima era más o menos el mismo».

«La gente», prosigue, «estaba allí trabajando en su medio rural: trabajando en sus montes y en sus campos, que hacía que los montes tuvieran mejores condiciones. La ruptura vino con el éxodo rural y la transformación de una sociedad que vivía de los productos que venían del medio y pasó a ser una sociedad dependiente del petróleo: pasamos de cocinar con leña al butano, de calentarnos con madera a hacerlo con diésel, por ejemplo. Por desgracia, aunque en Europa sí que se ven perspectivas favorables, la tendencia no es positiva».