Para bien o para mal soy una persona optimista. Por difícil que se plantee la situación, el pensamiento positivo siempre vence al negativo y, aunque a veces cueste más, trato de imponerme al catastrofismo de los momentos más difíciles con determinación. La seguridad de que todo saldrá bien no debe confundirse con resignación ni candidez. Que ponga una sonrisa no hace que me olvide del problema, pero me ayuda a enfrentarme a él.

El cargo de alcaldesa, y la propia vida, me han enseñado a priorizar. A decidir qué es importante y qué no, como en la sala de triaje de un hospital. Que el Partido Popular de Almassora iniciara el verano haciendo batalla de la supuesta llegada de la religión islámica a las aulas no lo es. Su polémica acaba donde empieza mi «no» a la propuesta de la Conselleria de Educación, ya retirada.

No es importante que «inviertan» una semana en difamarme por la pérdida de una línea de ayudas a la industria. Los cinco millones de euros de subvenciones europeas de la estrategia EDUSI (de esas ayudas millonarias inéditas en Almassora hablan menos y escriben nada) transformarán el pueblo que ellos dejaron a expensas del Serrallo, con los polígonos sin limpiar durante años y años y con el paro haciendo estragos.

Son incontables los inversores que han pasado en el último año por mi despacho para interesarse por ubicar sus negocios aquí (la prueba de ello está en cada máquina que sigue trabajando en los polígonos). No hay mayor apoyo al desarrollo que el de la inyección de dinero: 10 millones de euros hasta 2023 para cambiar una ciudad dependiente de su área metropolitana en aquella que mira al Millars, apuesta por la energía sostenible y vira hacia la accesibilidad 100 %.

No sé por qué no inyectaron capital en la industria de la construcción? de aceras. Sólo con los 1.000 metros que ejecutamos en la calle San Jaime habrían dado trabajo a tanta gente que lo necesita, a los empresarios autónomos, a los arquitectos. De ellos se acordaron poco en 12 años. Ni había Oficina de Información de Rehabilitación (a cargo de arquitectos locales), ni vimos materializarse el Plan Especial de la Vila, que este año traerá las obras al casco antiguo.

Para no perder la sonrisa es haber subido el sueldo a los beneficiarios del Plan de Empleo Municipal tras cinco años cobrando lo mismo o convertir la anticuada Escuela Taller en Centro de Formación homologado. Ahí está el apoyo a la industria, al alumnado, al profesorado, a la mano de obra y, por encima de todo, a la oportunidad.

La que no voy a perder nunca es la de recordarles que lo verdaderamente importante, además de enfrentarse a la vida con optimismo, es la educación. La pública, a la que niegan su apoyo mediante la abstención a las obras de los colegios Santa Quitèria y Embajador. Y, sobre todo, la educación personal. Por eso no tendré en cuenta haber leído desde una sala del Hospital Provincial que me negaba a trabajar. Sonrío y sigo, que para eso estamos, y por encima de los buenos o los malos políticos siempre estarán las buenas o las malas personas.