Lo pensé la otra noche viendo la evolución del Villarreal-Real Sociedad y lo escribí en la crónica. En el fútbol uno sabe cómo empieza, pero nunca cómo acaba. Los dos equipos empezaron asidos al manual: juntando talentos en la medular, jóvenes prometedores, futbolistas de buen pie, tejiendo jugadas con esmero y paciencia. Creyendo en la razón. Pero los dos equipos acabaron maldiciendo la academia: colgando balones al área o acumulando defensas para despejarlos. Creyendo en la lotería. El fútbol es un tirano. El fútbol es sobre todo un ejercicio de adaptación y resistencia.

Me recordó a cada comienzo del curso escolar. El primer día de clase llegabas media hora antes. Después con suerte llegabas a segunda hora. El primer día era el día de las mochilas perfectas, los estuches simétricos y las rayas de colonia en el pelo. Después como mucho llevabas un boli que no funciona y el pijama debajo de la ropa.

Si cada partido esconde su propio destino, con las temporadas ya ni cabe el vaticinio. Hace un año el Madrid barrió al Barcelona en la Supercopa, y no es que fuera a dominar todo el año, es que ya era suya la próxima década. Luego el Barça ganó LaLiga de paseo. Cada partido es ir al cole y cada temporada es salir de fiesta. Todos los equipos encaran el verano bien limpios, recién duchados, agradablemente perfumados. Los que somos casi viejos sabemos que lo difícil no es salir, sino volver. Y lo normal es volver a rastras, algo más pobre e indigno, íntimamente derrotado.

Con el tiempo uno sabe cómo empieza y puede intuir cómo acaba. Cada verano en mi pueblo me saludaban siempre un montón de abuelos y yo me pasaba el día sufriendo porque no sabía quiénes eran, y quedaba un poco mal en la duda. Este año decidí saludar a todo el mundo. El 80 % se quedaba pensando quién soy. Una pequeña victoria. Ahora dudan ellos.

La experiencia es verlas venir. Poli Rincón estaba enfadado porque no jugaba en el Mundial de México en 1986. Bajó una mañana de la habitación con la maleta, diciendo que chau, que le pidieran un taxi y que se iba al aeropuerto, que allí no pintaba nada. Lo metieron en una sala para convencerle. Míchel, uno de los jóvenes, observaba la escena asustado hasta que Gordillo, uno de los veteranos, le dijo, sabio, 'este está montando un número, este no se va'. Gordillo cogió a Míchel, lo llevó a la recepción y levantó la maleta de Rincón. Estaba vacía. Cuando Rincón salió de la reunión, ya convencido de quedarse, espetó: 'Vale, me quedo, pero tengo que subir a deshacer la maleta'. [Risas]

Lo cuentan Santi Giménez y Luis Martín en Cuando éramos los mejores. También explican el método de Muñoz, el seleccionador, para ganar tandas de penalties. Zubizarreta le preguntó en octavos por dónde los solía tirar el danés Olsen. 'Mire, o los tira a un lado o los tira a otro', le contestó. Luego en cuartos Zubi no paró ninguno y Bélgica pasó a semifinales. Solíamos saber bien cómo acababa España entonces.