El jueves estuve en la Entrada de Toros y Caballos de Segorbe invitada por su alcalde, Rafael Magdalena, a quien aprovecho para agradecer la hospitalidad y haberme permitido disfrutar de esa carrera por la calle Colón. Unos segundos apenas en que el engranaje de caballistas y ganado funciona a la perfección para prescindir de vallado. La única barrera, como bien saben todos, es la de las personas. No hace falta ninguna más.

En la política también ocurre así, como en el resto de aspectos de la vida. Me lo dijo David Mata, el paratleta de Almassora, a través del lema que lucía su bombo en la Rompida de la Hora de 2017 y que yo llevé el último Jueves Santo. «¡Te dará suerte!», me dijo. Y no se equivocó. Las barreras, los miedos, las preocupaciones están en nosotros y también la oportunidad de vencerlos con diálogo y decisión.

Por eso el jueves aproveché esa visita a Segorbe, en la que coincidí con el President, Ximo Puig, para trasladarle de primera mano mi malestar por la situación del colegio Regina Violant, pendiente de la licitación de las obras que permitirán acabar el trabajo que abandonó la empresa adjudicataria. Un día después volví a contactar con el subdirector general de Infraestructuras Educativas, Jesús García, y esa misma mañana hice lo propio con la presidenta de la AMPA del colegio.

Mañana empieza el curso en Almassora y quise comunicarle las noticias que me llegan del Consell, las gestiones realizadas desde este ayuntamiento y mi voluntad de acompañar a la comunidad educativa en el inicio del curso. Ambas entendimos adecuado encontrarnos este lunes a las puertas del Regina Violant y analizar qué resta para que podamos ver publicado en el diario oficial el concurso público de las obras. Mi obligación y mi deseo es estar ahí, como cuando no era alcaldesa, como cuando estaba en la oposición, y después continuar con las gestiones desde el despacho.

Desde allí trabajo con mi equipo para que obstáculos tan difíciles como éste se resuelvan y que Almassora sea un municipio bien diferente al que encontré hace cuatro años. Ya lo es. Su «caja de ahorros municipal», el Ayuntamiento que presido, tenía 11,8 millones de euros de deuda con los bancos en 2013 y daremos la bienvenida a 2019 con menos de dos. Si mis antecesores en el gobierno se vanagloriaban de su «impecable» gestión económica no sé qué podrían decir de la nuestra, que antes de que acabe el año liquidará uno de los créditos (900.000 euros) que ellos firmaron en su día para pagar la tasación irregular de los terrenos de la avenida Generalitat.

Lo normal sería buscar otro flanco por donde atacar en esa guerra suya que consiste en, a falta de méritos propios, desprestigiar al contrario. Pero no. Tienen un mantra, algo así como un fondo de armario que vale para cualquier situación, por si a fuerza de repetir mensajes cala algo. Han aparcado el de las banderas, los himnos, los toros y la suciedad para un cambio de temporada. Ahora toca la pérdida de subvenciones de toda clase.

Con tantos cálculos que deben estar haciendo para sumar esas presuntas pérdidas me resulta extrañísimo que en su pantalla no salga una única cifra: 10. Son los millones de euros municipales y de subvenciones europeas que tenemos hasta 2023 para invertir en el urbanismo local. O también 17: los fondos del Consell para el plan Edificant. O cero: sus ganas de trabajar por Almassora.