Se ha notado un poco que en estos días de final del mes de septiembre ha descendido dos grados la temperatura, de modo que el manido «veranillo de San Miguel» de la cultura popular parece ser que este año nos lo cobramos por anticipado una semana antes. Pero el San Miguel de los calores a destiempo por estas latitudes siempre se le atribuyó a Sant Martí y su otrora celebrado «estiuet» de mediados de noviembre. De hecho, la fiesta del arcángel vestido de legionario romano con la espada desenvainada, para la mayoría de los castellonenses de cierta edad no se asocia al aumento térmico sino a la «riuada» de 1949, nuestra gran tragedia colectiva. Desde la víspera, las precipitaciones fueron en aumento y el desbordamiento del río Seco se cobró más de una decena de víctimas mortales en la ciudad. En la vecina Borriol solo falleció la Sorreta que se asomó al balcón a contemplar la crecida y, cuando se quiso dar cuenta, las aguas se la llevaron con el balcón y todo. Un poco más arriba, en la Pobla, la gota fría provocó un suceso de orden menor, pero que explica a la perfección la dimensión de aquel suceso fatal.

La puerta de Peraire

A principios del siglo XXI, en el pantano de María Cristina apareció una puerta con un nombre claveteado sobre la chapa de estaño. La persona que la encontró flotando sobre las aguas del embalse del término de l´Alcora se puso a indagar y, tras algunas averiguaciones, dio con el dueño de la puerta: el tío Peraire, el propietario de la sénia homónima en la Pobla, aledaña a la del Baró y al puente que conduce a Cabanes. ¿Pero cómo demonios habían ido a parar aquellas maderas desde la Plana de l´Arc a la comarca del Alcalatén? La respuesta tenía que encontrarse en las torrenteras que tuvo que sortear el agua desbocada en aquella tarde noche del 28 de septiembre de 1949 y todo el día siguiente por la abrupta orografía de la serranía de Borriol.

En efecto, el río de la Pobla arrancó la puerta de la sénia de Peraire, sorteó cauces que nadie conocía durante los periodos de sequía, y cruzó la vieja Senda dels Romans -la Vía Augusta- que atraviesa el Pla. Después, pasó por el Estrets de Rates, ya en Vilafamés, y por la Font Penella, junto a la torre íbera, hasta alcanzar la Rambla de la Viuda, por el término de Costur. De este punto, llegó, cauce abajo, al pantano y quedó sumergida en el fondo limoso durante más de cincuenta años.