Faltaban quince minutos para las siete de la tarde cuando Itziar Prats entraba a la parroquia de San Miguel de Castelló para asistir a la misa funeral de sus hijas Nerea y Martina. Las niñas, de 6 y 3 años, y la madre son las últimas víctimas de violencia de género en la provincia de Castelló. El pasado martes 25 de septiembre, el padre las mató y luego se suicidó. Ayer, Itziar estuvo acompañada de sus padres. Se sentó en la primera fila y durante toda la ceremonia las lágrimas no cesaban de sus ojos. Su mano se aferró al consuelo de su madre, a quien le agarró la mano y acarició mientras oficiaban la eucaristía.

En el altar, una foto recordaba la mirada y la sonrisa inocente de las niñas. Una fotografía a la que su madre dirigía la mirada cansada y abatida. Las muestras de apoyo se sucedieron durante toda la misa. También al final cuando una amiga le dedicó unas emotivas palabras: «Itziar, decirte, en mi nombre y en el nombre de todos, que nos unimos a tu dolor, que tu dolor es el nuestro, que tu silencio es el nuestro pero que tu fuerza también es la nuestra. Esa fuerza que nos llega desde el cielo bajada por los ángeles. Estamos a tu lado en este duelo, tu grito será el nuestro. Nuestro corazón está contigo». Así se puso fin a la ceremonia de despedida de las pequeñas. Algunos de los asistentes se dirigieron al altar para besar la foto de Martina y Nerea y dos compañeras suyas les dejaron dos rosas rojas.

Itziar y sus hijas Martina y Nerea son las últimas víctimas de violencia de género de la provincia de Castelló. Las menores fueros asesinadas por su padre el martes 25 de septiembre, quien se suicidó después.

La mujer denunció ante la Policía Nacional episodios de malos tratos a lo largo de buena parte de su matrimonio. La denuncia se hizo en febrero cuando Itziar ya estaba separada. Además, también denunció las amenazas que su ya exmarido vertió contra ella y las niñas: «Ya te puedes ir despidiendo de las niñas» y «me voy a cargar lo que más quieres», son algunas de las amenazas que se recogen en el atestado policial.

Pese a la contundencia del relato, la magistrada especializada en causas de violencia de género decidió negar la orden de alejamiento cuestionando el miedo de la madre por el hecho de que se quedó a vivir en el mismo barrio que sus hijas. La jueza argumentó que, a su juicio, la madre «no ha dado una explicación razonable al miedo que dice sentir». También afirmaba en su auto que «dicho miedo» no es «compatible con sus propios actos, ya que parece ser que, tras salir voluntariamente del domicilio familiar -donde se ha quedado el marido- ha fijado su residencia en la misma calle donde vive él».