Escucho la voz gastada de un viejo socialista que sigue manteniendo la cordura de siempre, de cuando en la UGT y PSOE existía la clarividencia de la lucha de clases, aunada a la fuerza en la defensa de la unidad de España, con un sentimiento patrio que ahora mismo se ve desmayado, diluido. «La mujer del compañero Sánchez es una bomba de relojería», asevera con un rictus que denota tanta decepción como enfado. El cortado con sacarina permanece intacto, el seguidor de don Pablo Iglesias (no confundir con el de Podemos) habla de cuando los gestos eran tan importantes como la decencia en el cumplimiento de la doctrina socialista. No da crédito el histórico, curtido en reuniones clandestinas durante el franquismo, luego dejándose la piel haciendo posible la Transición para seguir trabajando en aras a la consolidación de la democracia. «Un traje de dos mil euros para posar junto a la esposa de Trump. Qué foto más bochornosa. Qué mensaje más equivocado», dice, en un susurro, el cansado socialista.

La reaparición estelar de Begoña Gómez, consorte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por las formas ha causado cierta sorpresa entre propios y extraños. No a mí, que ya en su día pronostiqué en estas páginas cuál iba a ser la deriva de la inquieta señora. Begoña es el verdadero y más eficaz sparring de quién busca ser el nuevo Kennedy, no ya de España sino de Europa. Sin ganar en las urnas, que eso sí tiene mérito. Ella es el estimulante que catapulta al superman de la política nacional, más que el eficaz director de gabinete de La Moncloa, Iván Redondo. El mago del marketing y la estrategia cuyo aprendizaje lo hizo en tan duros como variopintos despachos del Partido Popular: con José Antonio Monago, al que salvó de la escabechina (aunque después perdió las elecciones, pero ahí sigue de barón popular) cuando filtraron las fotos en las que el ex presidente de Extremadura aparecía vestido de bailarina en los Carnavales de Santa Cruz de Tenerife con una amante y quedó demostrado que el viaje fue sufragado con dinero del Senado; también con Xavier García Albiol, el líder del PP Catalán, ex alcalde de Badalona que armó un sonoro cacao con su posicionamiento frente a la emigración, ahora migración. Así que, bienvenidos al plató del ‘Todo es Posible’, con logrado guión de propagandista mercenario y el rostro de cuarzo, empleando aquello tan genuino de pelillos a la mar cuando surge el término ideología, ahora mismo en desuso. En el caso de la pirueta de aupar al presidente Sánchez, la facción sanchista que dirige el puente de mando de Ferraz ha superado a Felipe González en Suresnes. En esta ocasión los recuperadores de la O de Obrero, en el atolondramiento de tocar poder, han vuelto al marxismo, el de los Hermanos Marx, claro. Dicen que el estratega Redondo tiene sobre su mesa de trabajo y hasta de pantalla de móvil la manida frase de Groucho: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.

Los cien días del presidente Sánchez están dando de sí hasta lo indecible. Su desenvoltura tanto en aviones como en helicópteros oficiales, no sabemos si utilizó un submarino de la Armada para salir de Doñana el pasado agosto (tras ser abucheado él y Begoña en Sanlúcar), denota el donaire propio del político/político, ese que sabe convertir un clavo ardiendo en confortable tribuna sobre la que echar raíces. Ahí, en la acrobacia extrema, vuelve la incondicional compañera Begoña, la misma que en Canadá asistió como notaria posando junto al primer ministro Justin Trudeau (al que no acompañaba su esposa, Sophie), cuando nuestro presidente firmaba en el libro de visitas del Royal Canadian Hussars Armoury. Después, en Nueva York, luciendo palmito junto a Melania Trump, quedó confirmado que la expansiva segunda dama no está dispuesta a permanecer entre bastidores, como recomiendan sesudos asesores del tele marketing que envuelve a La Moncloa. Igual los Sánchez-Gómez, en poco más de cien días han llegado a creerse la quimera de que ellos representan la reencarnación de la mítica pareja Kennedy, John Fitzgerald y Jacqueline, en versión europea. Cualquier cosa.

Describía al principio la decepción de un histórico del socialismo valenciano, curtido en los oscuros años de la dictadura para continuar hasta hoy con la misma fe en las ideas de don Pablo. Magisterio socialista ensamblado a pie de imprenta, enriquecido en largas tenidas salpicadas con tabaco de liar y algún chato de vino de los de a perra chica en Casa Labra. Aquel romanticismo, aquella épica, han muerto. No existen, o permanecen agazapados, pensadores comprometidos, coherentes, dispuestos a sacrificar la vida en aras de una verdad, tal vez iluminada pero pura, que persiga el bienestar de las personas. El veterano socialista al que me he referido podría ser ejemplo de esperanza, de no estar decepcionado al darse tantas veces de bruces con el cáncer del político profesional. Con un rictus de amargura sentencia: «matan por medrar, por subsistir, sin escrúpulos. Ahora vemos a compañeras y compañeros que abdican de los ideales embarcándose con cualquiera para agarrarse al poder, pese a cosechar desastrosos resultados electorales. Encima van sacando pecho, ni un mínimo rasgo de humildad, ni siquiera discreción». Cuan dura puede ser la clarividencia en momentos políticos teñidos por el gris marengo, en los que la propaganda, la prestidigitación mediática, la mentira y la ambición desmedida suplen a la convicción.