Continuando con la costumbre de leer el Calendario Zaragozano, esta semana el santoral ha señalado la jornada dedicada a Francisco, el poverello de Asís y amigo de todas las criaturas. Nosotros, con toda la modestia de la que somos capaces, queremos sumarnos a la efeméride franciscana con un episodio que no sabemos muy bien cómo lo hubiera resuelto el santo animalista. Sucedió a principios del siglo XX en la Pobla Tornesa, esa Macondo del señor Sanchis. Fue entonces cuando se presentó en la localidad un perro que tenía la rabia.

Tal fue su saña que llegó a contagiar a trece vecinos. Todos ellos, a excepción de uno, bajaron a Castelló para que les vacunasen contra esa zoonosis que, se decía, causaba la muerte segura. En efecto, el poblatino que no quiso desplazarse para que le inyectaran en antídoto suponía que no era para tanto, que él estaba a salvo y no contraería la enfermedad perruna. Pero tal cosa no sucedió, los doce sobrevivieron y el que completaba el número de afectados por la mordedura, en breve plazo, comenzó a encontrarse peor y -aunque no se transformó en el hombre-lobo- día a día la rabia se iba apoderando de todo su cuerpo, retorciéndolo de dolor hasta que el hombre quedó postrado en la cama.

El final estaba muy cerca y la familia del doliente llamó al mosén para que le administrara la extremaunción y comulgara por última vez. La expedición de este sacramento requería, en este caso de excepción, de más valor del habitual y el capellán de la Pobla no era ningún san francisco. De hecho, en el instante en que el religioso penetró en la habitación el moribundo le gritó como un poseído y, esputando babas pero con todo el conocimiento, le espetó: «No s´arrime, mossen, no s´arrime, que el mossegaré!». El cura, a pesar de la amenaza, no se arredró en aquella hora crítica y para rematar la misión apostólica se agenció una caña de coger higos. Entonces, extrajo una hostia consagrada del relicario y la colocó en un extremo del brazo juncal. Con el artefacto completamente extendido cubrió la distancia hasta la cama, luego le invitó a abrir la boca y el rabioso tomó a Cristo poco antes de expirar.

RIP.