¿Por qué esa obsesión suya con Jacques Brel?

Cuando montamos Els 4 Z a finales de 1961 a nosotros nos iba más la música italiana o francesa que el rock. Ya entonces tradujimos unas canciones de Gilbert Becaud al valenciano y nos involucramos en el grupo «nacionalista» de la época, con Fuster, Ventura y tal. Pero en 1962 me trajeron de Francia un disco de Jacques Brel con cuatro canciones, una ellas «Ne me quitte pas», y me quedé alucinado? Se convirtió enseguida en mi maestro.

Pero Brassens fue más influyente en la «cançó», ¿no?

Sí, pero Brel era bestial. En la interpretación no ha habido nadie como él. En dos minutos de actuación, con las caras que ponía y esos brazos largos moviéndose, te había conquistado.

¿Sigue usted siendo nacionalista?

La verdad es que el nacionalismo lo tomo más como un hecho cultural. Independentista no lo he sido nunca. El País Valencià no es Catalunya. Aquí haces un referéndum y se quedan cuatro gatos diciendo tonterías. No he estado nunca inscrito en ningún partido, pero he ayudado tanto al FRAP, al PSOE o a tal y a cual. A todos les he hecho campañas políticas gratis.

En el primer EP de su banda, Els 4 Z, hicieron una versión «bailable» de «Al Vent» ¿Cómo se les ocurrió aquello?

La presentación de Raimon como cantante fue en una entrega de premios literarios que se hizo en Casa Pedro, cerca del Astoria. Allí cantó «Al vent» y la gente se entusiasmó. Fue entonces cuando nos llamaron de Edigsa. Tuvimos una reunión aquí con ellos y con Vicent Ventura en la que nos dijeron: «tenéis que hacer una versión de 'Al Vent' bailable para que así se acostumbre la gente a que en los guateques haya música en valenciano».

¿Es cierto que a Els 4 Z los detuvieron tras un concierto?

Supercierto. En 1966 hicimos un recital con Raimon en el cine Artis para recoger fondos para el viaje fin de curso de Estudios Barreira. Fue muy bien, Raimon se fue a Barcelona y nosotros a casa. Al día siguiente viene mi madre y me dice: «aquí hay unos señores que quieren hablar contigo». «Mire, somos policías, usted ayer dio un recital en tal sitio y nos tiene que acompañar». Me llevan a Fernando El Católico, a la jefatura, donde me hacen unas cuantas preguntas y dicen: «ale, al calabozo».

¿De qué les acusaron?

En el concierto había ido un delegado del gobernador Sánchez Malo y había hecho un informe diciendo que nos cagábamos en Franco.

¿No era cierto?

No, nosotros cantábamos alguna canción política como mucho. Estuvimos 72 horas encerrados.

¿Y cómo acabó aquello?

El juzgado de guardia nos dejó libres aunque teníamos que estar localizables. Pero el gobernador llevó el caso al Tribunal de Orden Público en Madrid. Los abogados dijeron que ahora sí lo teníamos mal, porque de ese tribunal no salía nadie con menos de tres años. Pero al final lo sobreseyeron.

¿Fue este incidente lo que llevó a la disolución de Els 4 Z?

Sí, el gobernador nos prohibió tocar aquí y eso para la subsistencia del grupo fue fatal. Probamos suerte en Barcelona pero no fue bien, así que disolvimos el grupo, yo me dediqué a la publicidad, hasta que murió el dictador y en 1976 reuní a dos de los antiguos componentes y salió Lluís Miquel i Els 4 Z.

¿Fue la «nova cançó» valenciana suficientemente política?

Tenía la obligación de serlo, pero también había mucha canción costumbrista. Hice «l'Arbre» que dice lo mismo que «l'Estaca» de Llach, pero él la grabó después. (Canta) « Mare mira quin arbre hi ha ací plantat en mig del camí i no ens deixa avançar»? Teníamos que hablar de forma poética para que la censura no se enterara.

¿Y solían conseguirlo?

Te puedo contar anécdotas...

No se corte.

Una graciosa. Teníamos que ir con las canciones que íbamos a cantar a la sede de Información y Turismo, que estaba en la calle La Paz, y un tío nos decía: esta denegada, esta se puede? Yo había traducido «Les Bigotes» de Brel como «Les Beates»? Cuando leían el título siempre me la denegaban. Pero un día llego y había un chavalín nuevo. Coge «Les Beates», se me queda mirando y me dice: «¿esto es alguna canción dedicada a ese famoso grupo de Liverpool?». Te juro que fue así. Yo me aguanto la risa y digo: «efectivamente». Aceptado.

A finales de los 70 inició la Antología de la Música Valenciana. ¿Cómo se le ocurrió?

Al Tall, Pavesos, Paco Muñoz, el Sifoner y unos cuantos montamos el Col·lectiu de Músics Valencians e hicimos un sello discográfico que se llamó «l'Ànec». Yo ya tenía los estudios Tabalet y ahí grabé a la Pàtxinguer Z y tal. También hicimos una prueba con Don Pío, que iba por los pubs contando chistes en castellano. Un día, haciéndonos un whisky en El Hipopótamo le dije: «Oye Manolo, por qué no grabas chistes en valenciano». «Hombre, yo es que no lo hablo demasiado bien». Al final vino a grabar, nosotros estábamos de público para las risas y Toni Mestre le corregía las burradas. Lanzamos el casete de Don Pío y vendimos 200.000 copias y con ese dinero pudimos hacer otras cosas como la antología.

¿Entonces Don Pío financió el mayor intento histórico de recopilar la música valenciana?

Sí. También ayudó el «Almansa» de Al Tall, y Pàtxinguer Z. Llegamos a grabar 12 ó 13 discos de esa antología? Tengo másteres que no se llegaron a publicar porque la conselleria nos quitó la subvención.

¿Quién es para usted el artista valenciano más importante de la música popular?

Raimon quizá. «Al Vent» fue el punto de salida de muchas cosas, entre ellas de nuestra cançó. Al Tall también fue un punto muy importante, sobre todo en el renacimiento de la cançó. Es una lástima que no haya tenido herederos. O puede que sea Botifarra, que es un tío con un carisma y una boquita de oro que llega a mucha gente diferente.

¿Y de los que cantaban en castellano?

Yo he conocido y he sido amigo de todos. Había gente muy de derechas, como Bruno Lomas, pero que era un amigacho estupendo para ir de juerga y divertirte. Era uno de lo mejores rockeros en castellano, pero su decadencia fue larga y amarga. Tuvo la desgracia de tener managers aprovechados que lo arruinaron, porque él era muy infantil y muy básico. Él lo que quería era descapotables y las chicas.

¿Y Nino Bravo?

Actué con él en Lo Rat Penat cuando Nino estaba en Los Superson. Durante una época quería cantar en valenciano y hubiese sido un espaldarazo brutal para la lengua, porque justo después le llegó la fama.

Se acaban de reeditar el «Humitat Relativa» de Remigi Palmero y el «Cambrers» de Bustamante, ambos grabados en Tabalet. ¿Cuál es su importancia?

Para mí Remigi fue una referencia porque rompió la cançó hacia el pop. Yo era técnico de sonido cuando grabó aquel disco, y me quedé? «hostia, qué canciones, seguro que triunfa»? Pero no ha sido bien tratado.

En cambio Bustamante ha sobrevivido muy bien...

Él se reunió con esa capillita intelectual de Madrid, con Sabina y compañía, y un día veo que había publicado un disco con un sello de allí. Yo me dije: «hostia este tío cómo ha sabido moverse». En Madrid se le tenía mucho respeto.

Usted siempre ha procurado compaginar la música digamos más comprometida con la más popular. Incluso produjo un musical a Rosita Amores. ¿Por qué?

La cultura es como un niño que hay que mimar y dentro de la cultura entra todo. Rosita Amores es un referente cultural, queramos o no. Ha tenido un público fiel, que iba a verle las tetas pero también llevaba algo detrás. Sí te sientas aquí con Rosita te contará mil animaladas pero también te mostrará como era la España y la València de ese momento. Igual que El Titi.

¿La izquierda valenciana ha vivido a espaldas de esta cultura más popular?

Sí señor, han tratado mal a eso y ese ha sido uno de sus problemas. Monleón o Merche Banyuls, o yo, sí que pensábamos que eso también era cultura. Y por eso hicimos la revista con Rosita Amores, que se la encargamos a Juli Disla. Pero no me ayudó nadie, ni conselleria, ni el Instituto de la Música. ¡Tío, que eso también es cultura!

¿Qué importancia han tenido sus estudios Tabalet para la música valenciana?

Ha desaparecido gracias a las gestiones de Canal 9, que la arruinaron porque nos debían tres años de doblaje. Pero fue el único estudio en València como toca, con una sala de silencio en la que cabía una orquesta o un orfeón. Grabamos a cientos de artistas pero también allí hicimos los primeros doblajes de películas al valenciano y grabamos publicidad de empresas valencianas que hasta entonces tenían que irse a Barcelona.

En Tabalet compuso y grabó uno de sus temas más conocidos pero que pocos saben que es suyo: la música de Mercadona...

Sí, ya habíamos trabajado con ellos cuando eran Doña Amparo, y después cuando comenzaron con Mercadona nos pidieron un jingle para la radio. Empezamos a hacer pruebas y no nos gustaba nada. Me fui al despacho yo sólo y se me ocurrieron las primeras notas. «Mercado-na, Mercado-na»... Faltaba algo. Pero después se me ocurrió «Mercado-o-na, Mercado-na». Ya lo teníamos. La llevé al pianista, la grabamos y hasta ahora.

Años después la empresa registró la canción a su nombre...

Sí, pero me parece bien. Mi interés era tenerlos como clientes, y fue así hasta que montaron su propio estudio. La gente me dice que qué tonto por no haberlo registrado, pero yo ni lo pensaba ni ahora me importa. Después he conocido a Juan Roig y hablo con él a menudo y nunca me he quejado.

¿Qué resumen hace de toda esta trayectoria suya?

Que todo lo que he hecho me ha gustado. Estoy jubilado y aún vengo a la productora a pensar, a diseñar y a sobrevivir. Tengo aquí material gráfico, audio, vídeo desde el año 60 hasta ahora. Lo he ofrecido muchas veces a instituciones pero nadie contesta. Por eso es importante cuidar la cultura y la memoria para saber de dónde venimos. He tocado el teatro, la zarzuela, el pop? Y cada vez que lo he hecho me he jugado mi bolsillo.

¿Y cuántas veces ha estado por eso en la cuerda floja?

Muchas. Ahora, esta productora (ADI Producciones) que ha hecho tantas cosas para TVE, Antena 3 o Canal 9 está en situación de que tenemos que gastar de nuestro bolsillo para mantenernos. Mi problema ha sido que nunca he trabajado para las mafias ni las «capillitas».