El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha capitalizado el acto institucional del 9 d´Octubre para lucir figura y no decir nada. Nueva puesta en escena bajo la atenta mirada de su mánager, el publicista Iván Redondo, y la satisfecha sonrisa del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, que paseaba el corpachón por el Palau, henchido de satisfacción, pues por primera vez en la historia el jefe del Ejecutivo presidía un acto del que siempre fue figura estelar el Molt Honorable President. El martes resultó un día especialmente feliz para Ábalos, que pasó de ser un apestado en el PSPV-PSOE a número dos del socialismo español, por mor de la fidelidad al desahuciado Sánchez que renació con la rebelión de las bases en forma de primarias. Ahora, el valenciano corta el bacalao en Ferraz.

Quien sí dijo más y mejor fue el President Ximo Puig, avalado por una larga trayectoria institucional iniciada como director de gabinete del President Lerma en 1983. Jalonando después una carrera de político profesional que le ha permitido trabajar en todos los ámbitos del servicio público, incluida la alcaldía de su ciudad natal, Morella. Puig es un veterano de las urnas que no dudó en reivindicar, ante la excepcional presencia del presidente del Gobierno, una financiación más justa, mayor equidad del Ejecutivo central a la hora de decidir las inversiones territoriales y la necesidad de apostar por el camino del federalismo. Ante la lamentable injerencia de Quim Torra, una mezquindad más del máximo representante de Cataluña, en el intento de avivar el fuego del pancatalanismo en la Comunidad Valenciana, el President Puig dijo: «queremos enviar un mensaje claro y limpio: ni separatismo ni recentralización». Por su parte, el invitado estrella del 9 d´Octubre, Pedro Sánchez, no concretó solución alguna en un discurso en el que admitió carencias, perdiéndose en generalidades. En fin, la puesta en escena sin mayor calado, fruto de la línea de propaganda en la que está incursa La Moncloa.

El presidente Pedro Sánchez, antes de la foto del 9 d´Octubre, a su regreso a España, tras un largo periplo internacional a no se sabe qué (cediendo gran protagonismo a Begoña Gómez, la segunda dama) encontró al Ejecutivo nombrado por él en carne viva. Ahora acuciado por los nuevos casos de la titular de Justicia y el ministro astronauta que con cara de bonachón explicó lo inexplicable para tratar de justificar el uso de una sociedad instrumental, práctica que el socio exterior Pablo Iglesias recordó que fue declarada indeseable por el propio Sánchez, el mismo que con tanto desparpajo actúa y habla en base al fundamento patrio de donde dije digo digo Diego. Y no perdamos de vista a la ministra fiscal, amiguísima del prevaricador Baltasar Garzón y del ex comisario Villarejo, a la que se ha podido escuchar cómo chapoteaba, no hace tanto tiempo, en las pestilentes aguas de las cloacas del Estado. Cosas de los nombramientos hechos desde el método de la propaganda. Con Iván Redondo, flamante director de gabinete de La Moncloa y forjado profesionalmente en el correoso terreno del PP, el marketing queda definitivamente consagrado como la mejor arma del populismo, en el caso que nos ocupa disfrazado de progresía de izquierdas.

Ojalá la crisis que azota al Gobierno de Sánchez quedara encapsulada en los nada aleccionadores ejemplos de Pedro Duque y Dolores Delgado. El problema medular, aún más que la desaceleración económica, es Cataluña. Pedro Sánchez pactó con los independentistas para llegar al poder a cualquier precio. Redondo le recomendó como libro de cabecera ´El Príncipe´, en el que Maquiavelo derriba los muros morales de la cultura cristiana allanando el camino con la demoledora fórmula: «el fin justifica los medios». La ministra portavoz, tuvo que salir de urgencia a la palestra para ¿plantar cara?, de cara a la galería, al agitador President Torra. En un texto muy medido, de resabiada semántica, Isabel Celaá dijo que no habrá referéndum y dado un tirón de orejas al «señor Torra» apeándolo del tratamiento. Empero, en lo mollar el discurso inspirado por Redondo, al que Ábalos incorpora al equipo electoral de Ferraz, resultó un brindis al sol. En la noche del pasado lunes 1 de octubre grupos radicales independentistas intentaron ocupar el Parlamento catalán con acciones de gran violencia. En la tarde del día siguiente, en la misma sesión en la que «el señor Torra» amenazaba al Ejecutivo con retirar el apoyo de «los independentistas» una nuevo desafío era protagonizado por los grupos insumisos a la Constitución y al Poder Judicial que garantizan el Estado de Derecho en el Reino de España. El Parlament aprobó que los diputados suspendidos por el Tribunal Supremo mantengan el acta y puedan delegar el voto, ante la impotencia de los partidos constitucionalistas: PSC, Ciudadanos y PP. Cierto es que esta semana hemos vivido la escenificación de la ruptura del separatismo, momentáneamente ERC se alía en el Parlament con el PSC para plantar cara al desafío del prófugo ex President Carles Puigdemont, que desde la placidez de una vida regalada en Bélgica ejerce de ventrílocuo del patético Torra. Veremos lo que dura la riña. Que nadie se haga ilusiones, tanto ERC como JxCat tienen un fin común irrenunciable: la independencia. Sólo una cosa está clara, el desgobierno de Cataluña.

Pese a todo ello, los gurús de Sánchez opinan que no es momento para aplicar el artículo 155. El pasado fin de semana un fiscal con más de treinta años de ejercicio en Barcelona me confesaba la preocupación que anida en los miembros de la Judicatura, ante el irrespirable clima de crispación. Jueces y fiscales, a excepción de quienes están en el soberanismo, que los hay, se sienten solos y desamparados. Si las patas fundamentales del Estado de Derecho están quebradas en Cataluña, ¿a qué espera el presidente Sánchez para aplicar el 155 y devolver las garantías constitucionales en un territorio tan español como el resto de las dieciséis autonomías? Tal vez debería escuchar a Felipe González cuando pregunta: «lleva a algo dialogar con los secesionistas». Sánchez y los suyos saben que no, pero ellos juegan a la ruleta rusa, intentando arañar tiempo en el desarrollo del plan que urden un propagandista y un fontanero. Menudo riesgo en aras de afanes personales. Pobre España.