Definimos el acoso escolar (también llamado bullying) como el hostigamiento que se produce entre escolares de forma deliberada, continua y unidireccional. Por tanto podemos hablar de un/a agresor/a o de varios/as que, de forma consciente y prolongada en el tiempo (no puntual), pretenden minar el bienestar de una o varias víctimas foco de su acoso.

En 2016, 1 de cada 4 estudiantes españoles sufría acoso escolar según los datos del Instituto de Innovación Educativa y, ya en 2017, la Fundación ANAR, en su último informe sobre bullying, detectó una reducción en las edades de inicio de este tipo de acoso en España, siendo los 10,9 años la edad media y observándose un gran aumento de casos entre menores de 7 años. Esta franja de edad, junto con la de 10-12 años son las más sensibles según este estudio.

El acoso puede centrarse en una de sus modalidades o combinar varias: Social, como negarle la palabra, aislarle de los juegos, convencer a los demás para que no le hagan caso,…; psicológico, con coacciones, amenazas,…; físico, con golpes, patadas, empujones o, de forma más indirecta, quitarle objetos o rompérselos (este método es más habitual en primaria que en secundaria); verbal, como insultos, motes, menosprecios, calumnias (es la forma más habitual; sexual, con tocamientos, exhibicionismo, prácticas sexuales o cualquier imposición de tipo sexual no voluntaria.

En la actualidad, con las redes sociales e internet, el acoso no se queda en las aulas, sino que puede ejercerse desde la distancia, 24 horas al día y tener una repercusión mundial. Lo que puede agravar el abuso, no dejando margen de respiro a las víctimas, y sus consecuencias.

Los adultos (padres, familiares, profesorado y educadores) podemos percibir algunos de los síntomas que provoca el acoso en las víctimas (tener estos síntomas no indica que sea víctima de acoso escolar, pero sí nos pueden poner alerta).

Estos síntomas son: invención de excusas para no ir al colegio o instituto, cambios de humor, estados de tristeza e irritabilidad, marcas físicas de golpes y heridas, pérdida o rotura de objetos que se lleva al aula, alteración de los hábitos de sueño (insomnio, pesadillas, dormir en exceso), alteración de los hábitos alimentarios (por defecto o por exceso), dolores y malestar sin justificación orgánica (dolor de tripa, de cabeza, vómitos), aislamiento social (huye de reuniones y actividades con amigos, pide ser acompañado a los sitios,…) y disminución del rendimiento e interés escolar.

Emocionalmente, las víctimas de acoso escolar pueden desarrollar miedos, ansiedad, depresión o distimia, conductas autolesivas, baja autoestima, desconfianza en sí mismos y en los demás, falta de habilidades sociales, ira,…

Como padres y madres, es nuestra responsabilidad el, desde el nacimiento, ofrecerles nuestro cariño y nuestro modelo a la hora de enfrentarse a las adversidades de la vida, generándoles un apego seguro. Para ello tenemos que educar conscientemente en el desarrollo de habilidades sociales óptimas (empatía, asertividad, tolerancia, control de impulsos, autoestima, evadir ofensas, diferenciar entre secretos buenos y malos).

Es muy beneficioso generar confianza mediante la escucha activa, no culpabilizando y mantener una buena comunicación con los profesores. Si se detecta que está sufriendo bullying, se pueden reforzar todos los aspectos comentados y ofrecerle la posibilidad de acudir a alguna extraescolar donde se sienta a gusto, que se le dé bien y pueda desarrollar una red de apoyo (amistades) al margen del ambiente vivido el el aula.

El profesorado puede estar también atento a los síntomas descritos, pero además, es importante supervisar las zonas y momentos de poca supervisión (baños, pasillos, patio,…), no está permitido «no hacer nada» ante las denuncias de los alumnos y no permitir conductas abusivas, protegiendo a la víctima.

Tratar los temas abiertamente con la clase, sin acusaciones ni victimizaciones. Este recurso es muy bueno para intervenir en los «observadores» del acoso y romper la «conspiración del silencio» que se genera alrededor de los acosadores. Existen muchos recursos para formarse y hacer frente a esta situación en casa y en las aulas. Aquí os dejo algunos: el libro «¿Qué le pasa a Uma?» para los más pequeños, «¿Qué le pasa a Nicolás?» para más mayorcitos y el enlace www.acoso—escolar.es/acoso-escolar/protocolo-de-actuación/ de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE).