De los siete amigos que vivimos juntos el ascenso del pasado mes de mayo, sólo tres seguimos siendo abonados. Esa fue la primera factura que se cobró aquella batalla campal de Castalia, auspiciada por un grupo de ultras que alquiló los servicios de mercenarios de Murcia para su particular guerracivilismo con los otros ultras de aquí.

La segunda factura llegó en forma de desilusionante estupor tras comprobar que algunos de aquellos camorristas ocupaban mejores asientos en la tribuna baja. No diré yo que sea un premio, pero desde luego lo parece y no son pocos los que no comparten esa condescendencia, por mucho cántico y mucho aliento que reporten desde la grada.

Estaba escrito que no podía acabar bien esta historia. El último episodio de tan sucia historia se vivió en Alicante. Nunca está de más recordarlo por mucho que este periódico haya informado de la ignominia con profusión de datos e imágenes. Sobre todo porque otros han preferido maquillarla o reducirla, cuando no recuperando la histórica cantinela de negar la mayor, ese victimismo rancio de que aquí no pasa nada y de que contar las cosas malas no ayuda a vender la mejor imagen de estas tierras y sus gentes. Esa táctica del avestruz que, en el caso que nos ocupa, ya practicaron la alcaldesa, el subdelegado del gobierno de entonces y su comisaria principal, que a todos ellos informé con detalle del peligro que se cernía sobre nosotros al permitir que medraran los distintos colectivos que han convertido Castalia en escenario de su incivilización.

Ese abandono institucional ante la arrolladora actitud de los violentos ha acabado arrastrando el nombre de nuestro equipo por el sumidero de la vergüenza tras escucharlo encabezando los peores titulares de los noticieros de todas las cadenas de televisión nacional. Para ellos -y para mí- no hay diferencias: los ultras del CD Castellón protagonizaron una reyerta sangrienta que acabó con siete heridos y tres detenidos. Los detalles ideólogicos tras los que algunos distraen una aquiescencia implícita me parecen, más que excusa, ridículos.

No se trata de buscar un responsable último de un determinado color o signo, si no de actuar. Ya lo dejé escrito hace meses. Que el club haga público el listado de sus peñas y sus componentes, y aquellos con antecedentes sean expulsados antes de que tengamos que lamentar algo más grave que nuestra honor zaherido. Ya que no nos representan, no dejemos que sigan entre nosotros. Sobran.

Empate a nada. Ya me gustaría aquí celebrar como merece un punto en campo del líder, pero tal y como se fragüó el partido, y dadas nuestras angustiosas necesidades, el empate sabe a poco. Es la otra factura, la de mantener a un entrenador pusilánime al que le viene grande la categoría y la plantilla.

De los siete amigos que vivimos juntos el ascenso del pasado mes de mayo, los últimos dos partidos los vi solo. Ese es el riesgo de mantener a Guti o confiar que los refuerzos los busque Guerrero, el mismo que hizo añicos el vestuario. Uno y otro viven de nuestra necesidad de hacer piña, pero sobre todo del orgullo del dueño del equipo, que prefiere no largarlos con viento para no reconocer que se equivocó con sus contratataciones.

Pero Garrido lo tiene todo perdonado, ¡¡queda tan mono en las fotos que se hace con sus aduladores de twetter!! Si nos baja no será culpa suya. Será de quienes confunden servilismo con apoyo, crítica con animadversión. No es un problema semántico, si no la consecuencia de una factura que se niegan a reconocer, la de anteponer su ego por encima del CD Castellón.