Ser seguidor o apasionado de una serie era casi ser un devoto, que sufría semana tras semana para seguir a sus ídolos y su historia preferida. Ya que antes debías esperar una semana para seguir el capítulo siguiente, lo que a veces era una espera eterna. No como ahora, que el consumidor de series modernas puede ver una temporada completa en casa y del tirón. Puede hacerlo sin publicidad y pudiendo adelantar las partes más aburridas de cada capítulo. O puede recrearse en las partes mejores, repitiéndolas una y otra vez sin descanso. Vamos que ahora es un lujo y todo facilidades, algo que antes eran todo complicaciones.

Una de esas series de las de antes era Con ocho basta, que se pudo ver en la tele allá a finales de los setenta y principios de los ochenta. Eran las peripecias de un padre con ocho hijos de todas edades y de toda condición, que se las componía como podía para que todo acabara bien y sacarlos adelante. Una cosa como un entrenador de fútbol y su equipo, al que cada capítulo o partido se le presentaban mil problemas y dificultades que solventar.

El C alleja o padre de aquella prole era Dick Van Patten, un tipo con cara de darle un abrazo y que sonreía siempre (la verdad que muy parecido al bueno de Javi). Y viene a cuento por hilar lo de los ocho y si bastan o no, los goles digo, para pensar que el equipo ya esté como toca. Acabó el capítulo anterior muy bien la verdad, lo que nos deja a todos con la sensación de que llega uno mejor. Pero esa es la cuestión, ya que es momento de ver si llega o no esa mejoría tan necesaria. Lo de los ocho está muy bien y genera mucha alegría, pero por desgracia no basta.

Para que la serie comience a tener enjundia y escalar en audiencia se necesita más, mucho más. Por eso es tan importante este capítulo con el Celta, que se presenta complicado a más no poder. Veremos si el buen padre es capaz de que sus niños salgan adelante otra vez y si es posible parecido a la anterior.