España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Puntos 1 y 2 del artículo Primero de la Constitución Española.

El 6 de diciembre de 1978, todos los españoles ratificábamos un documento que ha permitido asentar las bases de la paz social, la convivencia y el progreso de nuestra nación hasta los niveles de desarrollo que hoy conocemos. Tiene 40 años y, sin embargo, está más vigente y viva que nunca.

Derecho, libertad, justicia, igualdad, pluralismo, soberanía nacional, división de poderes? No falta nada en nuestra Carta Magna. En ella residen todos nuestros derechos, obligaciones, libertades. En definitiva, la plena garantía de que todos somos iguales, ciudadanos de primera.

Ni uno solo de los principios y acuerdos que en ella se recogen ha dejado de tener vigencia. Sin embargo, a la vista de los acontecimientos, se hacen más necesarios que nunca, ante los ataques que está sufriendo que lo único que pretenden es desestabilizar el orden de España.

La Constitución es nuestro texto fundamental. Sin él, se cae la estructura del Estado español como un castillo de naipes. De ahí la estrategia de los partidos y estamentos radicales de atacarla y desautorizarla, conscientes de que, apuñalando el corazón que hace latir el sistema social, económico y jurídico de España, se muere nuestro país, dejando vía libre a sus ilícitos objetivos.

Nuestra democracia está herida. Muy herida. No puede ser que partidos que han jurado acatar, defender y hacer cumplir la Constitución Española estén aprovechando su posición dentro del sistema para inocular su veneno. Como si de un cáncer se tratara. Es un contrasentido que un presidente del Gobierno de un partido que se erige como presidente de un Estado esté haciendo concesiones a quienes quieren precisamente destruir dicho Estado. Hay líneas rojas que no se pueden cruzar.

No puede ser tampoco que, en función de un resultado electoral, se legitime o se ponga en entredicho el mismo. Para que nos entendamos. Tan legítimo fue que Podemos irrumpiese como un huracán en la escena política española como que ahora lo haga Vox. Tan legítimo es que el PSOE haya gobernado 36 años en Andalucía como que ahora sea el Partido Popular el que tenga la oportunidad de hacerlo, con el apoyo de otras fuerzas políticas. Respeto, orden, ley.

La Constitución Española protege la soberanía nacional española. Cuando las urnas hablan, los resultados se respetan. Lo que no puede ser es que cada vez que un resultado no es favorable para unos determinados grupos políticos, estos se revuelven y animen a que sus acólitos salgan a la calle a generar revueltas. Y sí, Pablo Iglesias, me estoy refiriendo directamente a ti, que es lo que hiciste el domingo tras el resultado en Andalucía. Y por supuesto a los Puigdemont, Rufián, Torra?

La Constitución Española puso el broche de oro a una Transición Española que permitió cerrar heridas, olvidar bandos, perdonar. La Constitución Española nos permitió mirar con confianza al futuro, uno en el que todos tuviéramos cabida, con derechos, libertades y respeto.

Hoy más que nunca hace falta diálogo, mucho diálogo, entre los partidos. Sentido de Estado. Defender las instituciones y proteger los bienes más preciados que tenemos los españoles, que no son otros que nuestros derechos y libertades. Desde estas líneas, apelo a los grandes partidos españoles, los que creyeron en ese espíritu de la Transición, sienten las bases de una 'segunda transición', que permita devolver la confianza de los españoles en las instituciones. Hoy, más que nunca, es hora de retomar el espíritu de la Constitución de 1978. Hoy más que nunca, España y los españoles necesitamos más Constitución.