Nació en Cortegana (Huelva) pero con 8 años se vino a Castelló de la Plana con sus padres por motivos laborales. Aquí empezó a trabajar como mancebo en la farmacia de la calle San Félix donde hoy será el último día de trabajo. Domingo Rodríguez Sánchez cumple 65 años el día 18 de este mes y se jubila. En esta entrevista, repasa sus 50 años de profesión. Dice que echará de menos el trato con la gente y asegura que la receta electrónica ha mermado el trato con los clientes. Además, asegura que la época más crítica de la farmacia fue durante los meses de impagos de la Generalitat Valenciana.

¿Cómo fueron sus inicios en la farmacia?

Entré de rebote porque aprobé cuarto de bachiller y me metí en la farmacia para estar los meses de verano. Con 15 años le dije a mis padres que quería seguir trabajando y seguí de aprendiz: haciendo recados, llevando las pastillas, el agua de solares, de cofrentes, recados... Con 18 años la cosa se asentó más cuando un compañero, Manolo Ferrer, se jubiló. Estaba la antigua dueña, Pilar Turón, y me quedé con ella. Hice la mili también en la farmacia militar, me licencié y seguí trabajado. Luego la farmacia se traspasó y la cogió Juan Barberá y hace un año la cogió su hija.

¿Cómo ha evolucionado la farmacia en estos años?

Ha cambiado totalmente, el trabajo ha cambiado totalmente. Antes se hacía mucha formulación, fórmulas magistrales, la venta era diferente, había más trato humano, más trato personal. Ahora también, porque es un barrio que ha ido a más, menos la calle San Félix, porque creo que los políticos se la han cargado. No tiene el movimiento que tenía antes. Y eso afectó a la farmacia, que no deja de ser un comercio más de venta al público.

¿En qué ha cambiado el trato con la gente?

El trato siempre ha sido correcto pero ahora, con la receta electrónica, por ejemplo, entran en la farmacia, dicen buenos días, buenas tardes, y adiós. No hay tanta compenetración, no hay tanto trato personal con el cliente. Antes era un trato más familiar, a pesar de que yo siempre he intentado dar ese trato, sin bloquear la atención.

¿Cómo fue la adaptación a la receta electrónica?

No había más remedio que adaptarse. Aunque yo creo que ahora se pierde más tiempo. Antes era una receta libre, despachabas, pegabas el precinto y ya estaba. Ahora, es un poco más lento. Con el despacho de la receta electrónica se pierde mucho tiempo en el despacho al público. Y al ser lento bloqueas mucho al personal. Por eso ahora hay tres y cuatro personas detrás del mostrador, porque el despacho no es tan rápido.

¿Cómo recuerda los años de impagos de la Generalitat?

Lo recuerdo como una época muy negativa porque estábamos todos en el aire. A nosotros el jornal no nos falló nunca pero veías el panorama de que si esto seguía así, al final, podría pasar. Fue el periodo más delicado que recuerdo en los 50 años que he trabajado. Nunca había vivido ninguna crisis ni impagos. Había retrasos pero al cabo de un tiempo pagaban todo. Fue aquellos meses que fue la época más crítica que tuvo la farmacia.

¿Cómo recuerda las guardias?

Las guardias las hacíamos cada trece días y eran una tertulia. Con el buen tiempo venía gente del bar Darío y de la pastelería Gema. Darío sacaba leche merengada e Ismael de la pastelería sacaba unos pastelitos y pasábamos el rato en la terraza, con unas tertulias muy bonitas, hasta las cinco de la mañana que, el sereno, el señor Paco o Miguel, levantaba la tertulia, cada uno se iba a su casa y yo me metía en la farmacia, siempre prestando el servicio que la gente necesitaba. Era otro ambiente, era más familiar, más cercano. Ahora no tiene nada que ver, todo es más distante.

¿Echará de menos el oficio?

Por supuesto. Echaré de menos el trato con mis clientes y mi gente, mis compañeros. Cincuenta años trabajando con el público, y a mí que siempre me ha gustado el trato con la gente, por supuesto que lo voy a echar de menos. Son 50 años pero intentaré desconectar. Me gusta el deporte y, mientras el tobillo y la espalda aguante, intentaré distraerme.