Así, el otro día sucedió lo que les explico y, además, con bastante ímpetu. Y lo hizo justo tras el empate del Huesca en el descuento del descuento, y justo cuando más duele. Justo en ese instante la maquinita de contar gente tiraba humo y lo hacía, además, al galope. De golpe teníamos una audiencia que se apuntaba al drama y al dolor. Una audiencia que esperaba vivir el momento de mosqueo y drama en el que estábamos metidos de lleno.

Un grupo de gente que no viene por lo que dices o cómo lo dices, o por lo que cuentas y puedas explicar de lo sucedido, esos vienen a regodearse de lo que estás pasando tú y, por tanto, tu equipo. Son esos que disfrutan con lo suyo, pero que también lo hacen con lo malo del otro, algo más español que el chorizo o que mojar pan. Y es que nos guste o no, esto del fútbol se disfruta tanto con el orgasmo propio, como con el gatillazo del otro. Y la verdad es que cuando caes del lado de los del drama no hace gracia, más bien jode, pero cuando el que sufre es el vecino siempre da morbillo.

No entiendes como puede haber gente que pueda tenerle tanta inquina a los tuyos, con lo buena gente y aseados que somos. Pero con el tiempo los entiendes, los comprendes y les coges cariño.

Hace años que tengo claro que en esto del fútbol el éxito no se mide por la gente que te aplaude, realmente se mide por la gente a la que tocas sus atributos. El número de odiadores es proporcional a los éxitos y victorias logradas, no hay más. A la gente le caes bien cuando te ganan, o cuando les ganas poco, pero no soportan que ganes más que ellos. Con lo que por cada vez que ganes sabes que vas recolectando esos «amiguetes» que esperan a que pierdas y que te están esperando.

Por eso este Villarreal levanta tanta expectación en sus descalabros, ya que no suelen ser habituales y, además, suelen ser a lo grande. Por lo que si quieren buscar una motivación de cara a lo que queda, esta pasa por darles un disgusto a esos «amiguetes» del descalabro. Aunque eso nos quite audiencia a los que comemos de ello.